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25 de noviembre de 2010

El poder del aprendizaje



Nuestras neuronas se configuran como un mapa tridimensional de millones de luces que se encienden y se apagan con cada recuerdo, cada acción, cada sensación. Una misma neurona está conectada con miles de neuronas y participa en múltiples procesos mentales distintos entre sí. La localización de una capacidad u otra no obedece tanto a una posición en el cerebro como a la distinta configuración en la activación de las neuronas. Es decir; cada recuerdo o experiencia enciende las neuronas de una forma diferente, en una combinación distinta de las mismas neuronas.
A través de su único axón, cada neurona envía las señales nerviosas que le llegan a través de sus muchas dendritas, en un diálogo veloz e incomprensible desde fuera. Las neuronas tienen la potencialidad de desarrollar nuevas dendritas, para lo cual es necesario que la neurona muestre actividad. Cuando una neurona se activa con frecuencia, recibe nutrientes necesarios para generar nuevas ramificaciones dendríticas que le servirán para estar conectada con otras neuronas y aumentar su actividad. Esta es la clave del aprendizaje, la actividad desarrolla el órgano y el órgano desarrollado facilita el aumento de la actividad. Cuando escuchamos que el hombre solo emplea el diez por ciento de su capacidad cerebral no se refiere a que existan neuronas sin actividad, sino a que esas neuronas no han desarrollado el máximo potencial de creación de conexiones sinápticas con otras neuronas, por falta de estímulos adecuados.
Si la memoria consiste en la aprehensión de experiencias pasadas que pueden ser reproducidas mentalmente con posterioridad, el aprendizaje es la capacidad de aprehender experiencias físicas y mentales que nos dotan de nuevas capacidades. Por tanto, el aprendizaje añade a la memoria la capacidad de operar en el plano físico y no se limita a eventos mentales. Cuando adquirimos la capacidad de conducir un vehículo, de hablar otro idioma, de controlar un programa informático, de tocar un instrumento musical o de dominar un nuevo oficio, estamos hablando de aprendizaje.
El hombre debe su éxito evolutivo a la capacidad de aprender, de la misma forma que otras especies se lo deben a su alta capacidad reproductiva, a su ferocidad o a su resistencia a las condiciones del entorno. Al contrario que otras especies, el hombre nace limitado en su capacidad de supervivencia, si no fuera por lo que aprende a lo largo de su vida, sería una presa fácil del medio en que vive. Pero gracias a la capacidad de adquirir conocimientos y habilidades somos capaces de adaptarnos al entorno e incluso de modificarlo para adecuarlo a nuestros intereses. Un cerebro sano es un cerebro activo, bien nutrido y expuesto a experiencias diversas.

16 de noviembre de 2010

Los Estados de derecho



Los Estados son el sistema nervioso de las naciones de todo el mundo. Son una evolución de las ancestrales estructuras de poder en las sociedades tribales. Surgieron por distintos motivos en partes tan distantes y tan distintas del mundo como el valle del Indo, el delta del Nilo, en tierras de la actual China o en las estribaciones andinas. Los motivos por los que las sociedades adquieren el compromiso de mantener un Estado pueden ser tan diversos como gestionar una cuenca fluvial o presentar un frente unido ante un enemigo común, pero en general se puede afirmar que surgen como respuesta a una situación crítica vivida por varias comunidades, frente a la cual tienen mayores posibilidades de supervivencia si se unen bajo una autoridad común. Esa autoridad puede evolucionar hacia distintas formas de poder, desde la tiranía a la democracia, pero en todo caso nace de la necesidad de las comunidades de regularse por un árbitro al que consideren superior e imparcial.
Decimos que los Estados son el sistema nervioso de las naciones, pues ellos las regulan, controlan y representan. Mediante sus aparatos de poder, sustentados en empleados públicos, obtienen información de cada rincón del territorio que controlan, de ellos obtienen su sustento en forma de impuestos y hacia ellos devuelve su acción en forma de servicios como la sanidad o la seguridad.
Los Estados están formados por personas, pero trascienden a las personas. Constituyen la estructura de poder creada por la sociedad y mantenida por los propios ocupantes del poder estatal, pero las personas que ocupan esos nichos de poder entran y salen, mientras la estructura se mantiene en el tiempo.
Allí donde no llegan los tentáculos del poder del estado surgen estructuras que compiten contra él bajo formas no legítimas como las mafias o las fuerzas revolucionarias, que se erigen en auténticos Estados paralelos con sus parcelas de poder territorial. 
Es fácil confundir el concepto de Estado con el de nación. El Estado está formado por el conjunto de instituciones públicas que regulan la nación, como las fuerzas armadas, el parlamento, el gobierno o el sistema judicial. Mientras que la nación se compone del territorio jurídico que representa el estado y de todas las personas, empresas, asociaciones, símbolos, etc. que están adscritos a ese estado.

4 de noviembre de 2010

El G-20 y el nuevo poder mundial

El grupo de los países más industrializados y de los emergentes, conocido como G-20, se formó en 1999, concentra dos tercios de la población mundial y el 85 % del producto interior bruto.
Está formado por las potencias que fueron hegemónicas durante la segunda mitad del siglo XX que formaron el antiguo G-7: Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Canadá. A éstas se sumó Rusia en 1997, una vez dejada atrás la Guerra Fría y las subsiguientes suspicacias, dando lugar al G-8. Finalmente el G-20 integra a estas ocho potencias a la Unión Europea en su conjunto y a once potencias emergentes: China, India, Brasil, México, Argentina, Sudáfrica, Arabia Saudí, Corea del Sur, Indonesia, Australia y Turquía. Durante una década el G-20 convivió con otros foros menos representativos como el G-14 o el mencionado G-8, hasta que en 2009 este grupo los desplazó definitivamente debido al incesante auge de las potencias emergentes.
Este grupo está considerado un foro de cooperación en asuntos relativos al sistema financiero internacional y las decisiones que adopta tienen repercusión en todo el mundo, si bien no es fácil que alcancen el consenso debido a los enormes intereses divergentes que mueven a unas y otras potencias. No obstante será este grupo el que dé pasos para prevenir futuras crisis financieras, para suprimir o limitar la acción de los paraísos fiscales o para erradicar la opacidad financiera que ampara al fraude fiscal, cuando no a las fortunas derivadas del crimen organizado. Ya se han dado pasos en esta dirección, si bien, aún discretos.
Aunque se le puede criticar su carencia democrática por no estar representados todos los países del mundo, su formación constituye un gran paso adelante respecto a otros foros, pues incluye a las potencias emergentes con sus enormes poblaciones y a otros países que se erigen en portavoces de otras zonas del mundo. De este modo, Turquía puede actuar como portavoz de Oriente Próximo, Arabia Saudí del mundo árabe, México de Centroamérica, Indonesia del sudeste asiático, etc.
Cabe esperar que en el futuro las zonas menos representadas en el G-20, especialmente África, aumenten su poder y su representación en este tipo de foros, dando lugar a grupos más numerosos y más democráticos pero, no obstante, el mencionado aumento en el número de voces representa un gran paso adelante y se erige en la esperanza de que todo el mundo esté representado algún día, que se equilibren los poderes y se reparta la riqueza de forma más equitativa a como lo está en el presente.