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24 de enero de 2011

Programación mental



Para iniciarte en la programación mental no necesitas seguir costosos cursos ofertados con ánimo de lucro bajo ampulosos nombres comerciales, que en ocasiones no esconden más que fantasía y charlatanería barata. La programación mental la puede hacer cualquiera que se lo proponga siguiendo pautas sencillas y teniendo un mínimo de disciplina interior. De hecho, todo el mundo realiza programación mental a un nivel simple e inconsciente cuando se promete realizar algo de memoria. 
Se puede empezar con consignas sencillas, fáciles de programar como mañana, cuando me levante realizaré el trabajo pendiente. Posteriormente podemos ampliar y marcarnos objetivos más complejos como todos los días al levantarme tendré la necesidad de hacer deporte. Finalmente se puede ampliar más aún aspectos más globales como a partir de mañana voy a caminar más erguido, etc.
Para realizar la programación mental, no sólo debemos dictarnos las consignas verbales, porque no suelen tener efecto. Debemos subir dos escalones más. En el segundo escalón tenemos que imaginar la situación a través de imágenes, como si estuviésemos visionando un vídeo. Podemos imaginarnos disfrutando haciendo deporte, etc. Y en el tercer escalón están las sensaciones. Tenemos que dotar a esas imágenes de sensaciones agradables para reforzar el programa mental, debemos imaginarnos disfrutando con lo que queramos hacer. De esta sencilla forma, todo el mundo puede adquirir recuerdos, habilidades o hábitos sin necesidad de seguir cursos vendidos como panacea.

22 de enero de 2011

¿Hay alguien ahí fuera?



Es una pregunta que nos hacemos desde tiempos pretéritos, pero hasta la fecha no hemos encontrado ninguna evidencia seria. La lógica y la ley de probabilidades nos dicen que tiene que haber algo vivo o alguien más o menos parecido a nosotros, que resulta incomprensible un Universo tan vasto en el que el único brote de vida se encuentre en un diminuto planeta de una estrella amarilla de la Vía Láctea. No, tiene que haber algo más. Incluso cabe esperar que la vida sea la norma y no la excepción. Pero no hemos encontrado nada salvo relatos exóticos y algunas ocurrencias que solo pueden calificarse como dislates. La exploración del sistema solar nos ha revelado la descorazonadora realidad de que nuestro planeta es el único en el que existe vida y, aunque aún no está descartada la posibilidad de formas de vida básicas en Marte o en algunos satélites de Saturno o Júpiter, la posibilidad de vida inteligente en sí queda descartada. Pero ello no obsta para que sigamos buscando en otras estrellas. Se lleva tiempo explorando el Universo a través de programas como el SETI (Search for extraterrestrial intelligence), sin resultados por el momento, pero en cualquier momento del futuro podemos recibir un paquete de datos demasiado organizado como para ser fruto de la aleatoriedad, y será cuando empecemos a prepararnos para un posible encuentro. Y también será cuando nos preguntemos qué tipo de rol desempeñaremos frente a esa posible civilización, el rol de conquistadores, el de conquistados o el de socios.

21 de enero de 2011

Las escalas de la realidad



De las partículas subatómicas al Universo conocido se extiende una realidad en múltiples escalas que van desde lo microscópico a lo macroscópico, desde lo que no podemos ver por su diminuto tamaño a aquello que tampoco podemos ver por su descomunal tamaño. Las escalas más cercanas nos sirven de inspiración para intuir la naturaleza de aquellas que desconocemos. Es conocido el modelo atómico de Niels Bohr con forma de sistema solar. Posteriormente se ha matizado ese modelo, pasando al de la nube electrónica con sus zonas de probabilidad de paso de los electrones. Son distintas dimensiones, distintas causas y distintas circunstancias, pero en esencia, el átomo integra la misma ley del equilibrio que gobierna un sistema solar, una galaxia o un cúmulo de ellas. En el centro de todos estos sistemas se erige un poderoso centro de atracción y en derredor de él orbitan cuerpos que mantienen un equilibrio entre velocidad y atracción. Solo podemos imaginar qué dentro de las partículas subatómicas y fuera del Universo conocido, pero las escalas más cercanas a nosotros nos permiten intuirlo. 

20 de enero de 2011

Somos lo que comemos



Para los alquimistas, esto no sería ningún descubrimiento revolucionario, pues bien saben desde antaño que un  producto puro no puede contener elementos impuros. El cuerpo es un laboratorio de transformación de sustancias químicas. Muchas las emplea como ladrillos moleculares para construir las estructuras celulares, otras las utiliza como energía y otras como catalizadores. Si introducimos más cantidad o peor calidad de sustancias estaremos obligando a nuestro hígado a trabajar por encima de sus posibilidades y producirá residuos tóxicos que no podrá librarse de ellos con facilidad. Mientras tanto, estarán en nuestro organismo causando perjuicios como roturas moleculares. Hablamos fundamentalmente de los conocidos radicales libres, asociados al envejecimiento y a la génesis de células cancerosas. Siguiendo la ley del equilibrio, la ingesta de nutrientes tiene que hallarse en un equilibrio moderado que nos proporcione lo necesario y solo lo necesario. Si comemos porquería seremos porquería y si comemos comida saludable seremos sanos, pues somos lo que comemos.

19 de enero de 2011

Super Red Cósmica



Por lo que parece, las galaxias no se reparten de forma aleatoria por el Universo sino que lo hacen formando una especie de filamentos descomunales formados por miles de galaxias. Esto parece indicar que el Universo no es un conglomerado caótico de elementos cósmicos sino que forma una estructura coherente. Una estructura que está formada por galaxias igual que nuestro cuerpo lo está por células. A esta macroestructura la han denominado Super Red Cósmica y está considerada como el mayor objeto del Universo, si bien, no todos los científicos coinciden en denominarla estructura pues no han encontrado pruebas de que existan conexiones físicas entre las galaxias. Pero lo evidente es que las galaxias se estructuran en líneas inmensas que recorren todo el Universo. Nada nos impide imaginar el Universo como un organismo gigantesco con sus células, sus órganos y su inteligencia.

12 de enero de 2011

Entre el bien y el mal



Acostumbramos a creer que el bien y el mal son atributos que afectan a la gente de forma dicotómica; esto es, o es bueno o es malo, o soy bueno o soy malo. A renglón seguido añadimos algo así como yo soy bueno, él es malo o mi hijo es bueno, pero tiene malas compañías. Es decir, tenemos la tendencia a pensar y decir, de forma maniquea, que una persona tocada por el mal no puede hacer el bien y una persona que ha hecho el mal no es probable que pueda hacer nada bueno. Por tanto, lo mejor, parecemos sugerir, es poner una barrera entre  ellos y nosotros. Construimos dicotomías sencillas que nos hacen percibir la realidad estructurada en blanco y negro. Bárbaros-civilizados, griegos-persas, moros-cristianos, buenos malos, nosotros-ellos... A pocos se nos pasa por la mente que ellos, esos que llamamos malos, tanto si viven en el piso superior como si lo hacen en un remoto desierto, es probable que tengan una estructura conceptual similar a la nuestra. Que, tal vez, ellos opinen lo mismo de nosotros. Pero la realidad social no se estructura en noche y día sino en un largo crepúsculo que se extiende desde el día a la noche, y que casi todo el mundo se encuentra en algún punto de ese crepúsculo, que la realidad no es en blanco y negro sino gris en mil matices. Que el bien y el mal no es vertical sino transversal y que todos sin excepción estamos tocados por ambos polos.
El bien y el mal no son destinos sino caminos, dirigirse al mal no es llegar a un lugar sino dar media vuelta cuando vamos en dirección al bien. En definitiva, creer que el mal es cosa de otros nos hace perder la oportunidad de luchar contra él en el campo de batalla en el que mejor podemos doblegarlo: dentro de nosotros mismos. 

10 de enero de 2011

Voluntad frente a inteligencia



Muchas veces nos preguntamos si la inteligencia es per se la condición para tener éxito en la vida y qué grado de influencia tiene la voluntad en la consecución de ese éxito. La respuesta no parece alcanzar a todo el mundo. Muchos creen que no consiguen sus objetivos porque tienen poca inteligencia. Los escuchamos decir "es que yo soy muy burro" "yo no valgo para eso" "nunca se me han dado bien los estudios" etc. En realidad, lo único que están demostrando con esas afirmaciones es que se rinden ante la dificultad; es decir, tienen poca o ninguna fuerza de voluntad. Tener una inteligencia notable puede darnos ventaja en muchos campos, pero no garantiza el éxito si se carece de voluntad. Todas las personas que han alcanzado grandes objetivos en la vida, el deporte, la ciencia, los negocios o el arte, se lo deben a su fuerza de voluntad y su tesón. Son personas que tenían claro lo que querían y no se arredraron ante las dificultades. Por tanto, la voluntad sí es condición para alcanzar los objetivos de la vida y la inteligencia puede ser una ayuda para conseguir algunos de ellos que requieran capacidades especiales.