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26 de agosto de 2011

Vivir el presente



Estamos tan habituados a vivir en el pasado o en el futuro que nos hemos olvidado por completo del presente. Simplemente, en nuestras sociedades industriales, el presente no existe. Lo tenemos como el fiel de la balanza que separa el pasado del futuro. Es cierto que el pasado y el futuro son nuestros referentes, los puntos que trazan la línea que hemos de seguir, pero el presente es el instante más intenso y más trascendente de toda nuestra experiencia. El presente es el que determinará el futuro y a la vez es el que guarda la relación con el pasado. Pero ¿qué es vivir el presente? El presente se materializa en cada paso que damos. Cada instante debe ser absorbido y experimentado como único. Tendemos a pasar de puntillas por la vida. Si caminamos por una calle conocida la despreciamos, si hablamos con alguien conocido deja de interesarnos, si hoy nos dedicamos a lo mismo de ayer no lo sabemos disfrutar. Para vivir el presente se debe centrar la atención al momento, ¿qué estás haciendo? ¿qué percibes? ¿qué ves? ¿qué hueles? ¿qué sientes? Dedicar la atención suficiente a ese instante supone vivirlo al máximo, descubrir la capacidad de disfrutar de cada instante. Esa atención a las emociones que se viven servirán para condicionar futuras experiencias. Tal vez descubras algunos aspectos que no te agradan de lo que haces habitualmente. Gracias a esa atención estarás en disposición de cambiar esa conducta. Gracias al presente mejorarás el futuro, pero sobre todo, vivirás el presente.

19 de agosto de 2011

El sesgo de confirmación



En psicología se conoce como Sesgo de confirmación a la tendencia que tenemos a interpretar las nuevas experiencias conforme a nuestras presuposiciones; es decir, a confirmar lo que ya sabemos. Es lo que vulgarmente se conoce como "no haber mayor ciego que quien no quiere ver". Es un fenómeno complejo que tiene un origen biológico y que la cultura tiende a cristalizarlo. La mente prefiere manejar parámetros conocidos para moverse por el mundo, pisar sobre seguro, para ello tiende a emplear los patrones aprendidos especialmente durante las primeras fases de la vida, cuando la mente está más receptiva a nuevos aprendizajes. La cultura se encarga crear prismas sociales a través de los cuales percibimos la realidad. Nacemos adscritos a un clan familiar, con una cultura, una forma de interpretar la realidad. Esa será la forma que mantendremos durante nuestra edad adulta salvo que nos formemos intelectualmente en el sentido crítico. Detrás del sesgo de confirmación se encuentran conductas como la que siguen aquellos que siempre siguen los mismos medios de comunicación sesgados ideológicamente. También detrás de distintas formas de intolerancia ideológica o religiosa en las que este fenómeno impide que los miembros de una cultura vean como iguales a los de otra.

16 de agosto de 2011

Verdades y mentiras sobre el uso del polígrafo



Últimamente asistimos al uso de pruebas poligráficas como espectáculo circense en infames programas televisivos, donde personajes de baja ralea intentan demostrar la veracidad de sus entuertos amorosos. Pero ¿es fiable el uso de este artefacto para demostrar la veracidad de un testimonio? Para empezar habría que dejar de llamar al polígrafo como máquina de la verdad, pues la verdad es una versión objetiva de la realidad basada fundamentalmente en el consenso. Ninguna máquina puede demostrar verdad alguna a través de testimonios individuales. El polígrafo registra varios parámetros físiológicos como la presión sanguínea, el pulso cardiaco o la frecuencai respiratoria. Cuando una persona miente esos parámetros se alteran de una forma determinada y un especialista puede interpretar esos datos y decir si el individuo miente o no. Por eso habría que llamar al aparato como máquina de la sinceridad, no de la verdad. Sin embargo, el uso de estas pruebas no está admitido como prueba judicial en muchos países, como España, porque presenta dos tipos de errores de lectura. El primero es el "falso inocente", sucede cuando una persona miente de forma sistemática de tal forma que acaba creyéndose sus propias mentiras. En la prueba poligráfica aparecerá como inocente, pese a estar mintiendo. El segundo error es el "falso culpable", que se da cuando una persona se muestra tan nerviosa ante las preguntas o siente algún tipo de culpabilidad, en cuyas pruebas aparecerá como que está mintiendo aunque esté diciendo la verdad. Por tanto, el uso de este aparato no es determinante para esclarecer un hecho aislado, especialmente si no se conoce a la persona. Sin embargo, sí es una herramienta útil en psicología para conocer rasgos de la personalidad humana, combinando su uso con otras pruebas.

15 de agosto de 2011

Estado de flujo



En su célebre obra Fluir, Mihaly Csikszentmihalyi se refiere al estado de "flujo" como aquel en el que estamos tan concentrados en una tarea que dominamos de tal forma que perdemos la noción del tiempo y experimentamos un enorme placer. Según el autor, había presos en los campos de concentración nazis que eran capaces de sumirse en este estado, lo cual nos lleva a la conclusión de que el entorno ejerce una influencia relativa en nuestras percepciones más subjetivas. Puede que una persona tenga múltiples problemas que atender, que su vida no sea placentera o que en general no se considere ni dichoso ni capaz, pero si puede concentrarse en una tarea que domina y que disfruta con ella, será capaz de emplear una gran parte de su tiempo olvidándose de todo lo demás. Será capaz de realizar una tarea útil que lo hará sentir útil y feliz. Esa tarea no puede ser ni muy fácil ni muy difícil para nosotros. Debemos tenerla controlada pero a la vez debe plantearnos algún reto cada vez que la abordemos. Este proceso está imbricado en la competencia por la supervivencia de los más aptos. El dominar una tarea nos sitúa por encima de aquellos que no la dominan. Y por otro lado, desear que esa tarea nos presente nuevos retos indica que somos luchadores capaces de enfrentarnos a los avatares de la vida. En resumen, para encontrar momentos de felicidad no necesitamos que todo en nuestra vida sea idílico, basta con lograr entregarnos a una tarea que nos resulte estimulante y placentera.

14 de agosto de 2011

La tiranía del código genético

Existe una versión reduccionista de la ciencia que considera que todo los seres vivientes son poco más que  difusores del código genético sobre la Tierra. Esta postura viene a defender que estamos dirigidos por el código genético, el cual nos obliga a reproducirnos para crear más copias de sí mismo y extenderse por el planeta. Existe la posibilidad de que el ADN o un antecesor suyo más simple ya se reprodujese antes de la aparición de los primeros seres unicelulares, lo cual vendría a confirmar esta teoría. Los seres unicelulares habrían supuesto un avance en la capacidad de reproducción del ADN y a su vez, los pluricelulares habrían ampliado esa ventaja. Si damos por hecho que todas las especies salvo, en parte, el homo sapiens están dirigidos básicamente por patrones hereditarios hemos de reconocer que esta teoría tiene un soporte considerable. Quedaría por entender el papel que juega el Hombre en este juego reproductivo, pues es la primera especie que puede renunciar a sus instintos reproductivos y limitar, por ende, la difusión de copias genéticas sobre la Tierra. Esta teoría deja algunas preguntas sin responder, como la influencia del entorno natural, el mencionado papel de la consciencia humana o el propio origen del código genético. Si el código genético ejerce su tiranía sobre las especies naturales que lo difunden por el planeta, ¿quién o qué ejerció dicha tiranía sobre el propio código para que se reprodujera en el principio de los tiempos? Ya respondimos parcialmente a esta pregunta en otra entrada, en el sentido de que la vida es una propiedad de la energía que forma el Universo, la cual tiende a organizarse en formas progresivamente más complejas, incluyendo la vida, la consciencia y la tecnología.

11 de agosto de 2011

Los flujos de la violencia



Una constante en la vida es la disyuntiva entre luchar o rendirse, entre hacer frente o dejar pasar. Buscamos una ley que nos guíe, que nos diga qué es lo mejor. Todo debiera parecer mas fácil. Escuchamos a los grandes iluminados de la historia como Jesús o Buda y nos insisten en dejar fluir o poner la otra mejilla. Pero no alcanzamos a entender este mensaje. ¿Acaso todo se resume en dejarnos avasallar, en dejarnos aplastar? ¿Qué clase de solución es esa? Tenemos que examinar con la mente fría cómo se crea la violencia y cómo se reproduce. Nunca un acto violento traerá la paz, nunca una ofensa traerá la concordia. La paz forzada no es duradera, la paz impuesta no es sentida y por consiguiente terminará rebrotando en nuevos actos violentos. Sin embargo esto no implica que debamos permitir las injusticias, los ataques o las ofensas. Debe imperar la justicia y todo el mundo debe exigir el respeto a sus derechos universales y el resarcimiento tras un agravio. Pero tampoco debemos contribuir con nuestra actitud a avivar el fuego de la violencia. Si respondemos a la violencia con violencia entraremos en un círculo realimentado de violencia descontrolada. En Oriente está presente la Ley de dejar fluir todos los procesos naturales. Oponerse a un flujo de cualquier tipo solo trae destrucción. Pensemos en el flujo de un río. ¿Haríamos bien bloqueando su paso? Evidentemente su fuerza nos arrollaría. Con la violencia sucede lo mismo. Debemos dejar que fluya.  Canalizarla. Nosotros, seres intelectivos, podemos intervenir en su curso del mismo modo que modificamos el curso de un río y hacer que no nos afecte. Es un proceso similar al que emplean en algunas artes marciales cuando dejan que el atacante caiga por su propia inercia simplemente apartándose de su ataque. Con la violencia sucede lo mismo, hay que evitar tanto enfrentarla directamente como sumarse a ella, apartándonos de su paso para canalizarla hacia donde menos destrucción cause. Solo si estamos fuera de la espiral de violencia podremos intervenir en su evolución.

10 de agosto de 2011

Memoria y regresiones



En ocasiones, cuando queremos esclarecer los motivos de alguno de nuestros traumas recurrimos a técnicas como la hipnosis y la regresión. Pero ¿podemos fiarnos de las imágenes que recuperamos mediante estas técnicas?
Al contrario de lo que sucede con la memoria tecnológica de los ordenadores, la memoria humana no es fidedigna con los recuerdos. Las imágenes que graba están filtradas y distorsionadas por influencias internas y externas al individuo, de tal forma que lo que queda es una especie de versión lógica y adaptada de la realidad. El primer filtro lo encontramos en el mismo proceso de registro del recuerdo, cuando la mente compara lo que está viviendo con experiencias pasadas para crear un argumento lógico. Cuanto más rico sea nuestro bagaje de experiencias, más detalles quedarán registrados en la memoria. Otro filtro es el social. La sociedad transmite una visión de la realidad que moldea nuestra forma de percibir las experiencias y por tanto la capacidad de grabar los recuerdos. Por otra parte, nuestra memoria se sirve de recursos para rellenar los espacios en blanco que queden, de forma que la historia tenga sentido y no suponga una suma de fragmentos inconexos. La memoria prefiere una historia lógica y completa aunque contenga fantasía antes que fragmentos reales desvinculados entre sí. Finalmente, nuestras emociones alteran el contenido de los recuerdos adornándolos a la medida de nuestra subjetividad. Por ejemplo, es común que recordemos más alta a una persona que admiramos mucho.
Por tanto, la hipnosis regresiva o las regresiones pueden mostrarnos imágenes decoradas o adulteradas por nuestra mente bastante alejadas de la realidad. Sin embargo, las emociones que acompañan a esas imágenes sí constituyen un testigo fiel. Si sentimos miedo al recordar un evento, es indudable que sentimos miedo cuando se instaló en nuestra memoria ese recuerdo. Por tanto, los recuerdos recuperados mediante las técnicas de regresión o hipnosis no debemos interpretarlos literalmente sino en forma de sensaciones y pasajes simbólicos.

9 de agosto de 2011

La verdad que escapa a nuestro alcance



Desde que la eclosión de la ciencia se desvinculara de todo lo irracional y lo dejara en manos de la religión, venimos padeciendo una especie de vacío existencial quienes pretendemos la ardua tarea de integrar ciencia y creencia en un mismo esquema de conocimiento. Sucedió así con la filosofía racionalista que alumbró la ciencia moderna y se emancipó del humanismo cristiano. Hasta hace pocos años, para un científico resultaba anatema nombrar siquiera vocablos como alma, espíritu o incluso Dios. Todo eso quedaba relegado a la conciencia íntima. Hoy parece que ambas esferas se están comunicando de nuevo propiciadas por la influencia emergente de un Oriente que avanza a pasos de gigante.
Algún día tendremos que reconocer que existen verdades fuera de nuestro alcance racional y que en cambio podemos intuir gracias a nuestra capacidad irracional de crear conocimiento por medio de las sensaciones. Probablemente, algún día la tecnología avance de tal forma que seamos capaces de dibujar un mapa del Universo con sus decenas de miles de millones de galaxias. Pero a día de hoy solo podemos esbozar una pequeña parte gracias a nuestros telescopios más sofisticados. En cambio, si concebimos el Universo como un descomunal organismo vivo, tal vez accedamos a mayor conocimiento que el que nos revela nuestra tecnología. Ambas esferas tienen que trabajar de forma sinérgica para iluminar nuestras mentes y ayudarnos a conducir el rumbo de nuestras vidas y nuestras sociedades. Pero por el momento debiéramos abrir los ojos a la verdad que ha estado escapando a nuestro alcance tecnológico simplemente por tener uno de nuestros ojos cerrado.

4 de agosto de 2011

El más allá



Cualquier cuestión referente a la vida queda relegada a un segundo plano ante la transcendencia del significado de la muerte. No hay nada en esta vida más importante que saber qué es la muerte, qué sentido tiene, cómo debemos afrontarla. Toda nuestra vida está articulada en torno a la muerte. Si nos comunican que nos quedan pocos años de vida organizaremos lo que nos queda contando con ello. Todos somos enfermos de vida. Todos moriremos algún día de esa enfermedad mortal que es la vida. Entonces, ¿por qué no preguntarnos por ella? ¿Por qué ese pánico a hablar alto y claro sobre la muerte? En realidad es una cuestión cultural de nuestra civilización monoteísta. En Oriente se habla con normalidad sobre la muerte, se considera como un ciclo ininterrumpido, no el final de un camino. Ninguna posición es a priori segura. Nadie nos puede afirmar con seguridad la existencia o la inexistencia del más allá. Lo que sí sabemos con absoluta certeza es lo que vemos. El cuerpo muere. Esa es una verdad colosal. El cuerpo muere y se funde con el todo, pasa a formar parte de la naturaleza, de billones de microbios que absorben nuestra substancia. 
Pero ¿qué sucede con nuestra consciencia? ¿Desaparece cuando morimos? ¿O acaso ya ha ido desapareciendo mucho antes de morir? Existe una evidencia, cuando nos aproximamos al final de nuestros días no gozamos de la lucidez de nuestra juventud. Por tanto la consciencia ya nos ha ido abandonando durante la vida. ¿A dónde? A nuestro entorno humano, a nuestro entorno vivo. La consciencia es transferible. Vivimos a través de los demás, sentimos a través de los demás. Cuando entramos en contacto con los demás recibimos su energía y ellos reciben la nuestra. Los jóvenes reciben más energía, más consciencia de la que emiten. Los ancianos emiten más energía y más consciencia de la que reciben. Por tanto existe una transferencia de consciencia continua entre unos y otros. Cuando transferimos nuestra energía a otras personas somos capaces de vivir y sentir a través de ellos.
Los últimos días son un nacimiento inverso, nos desprendemos de todo lo que hemos adquirido con la vida y nos vamos sumiendo en el mismo estado en que vinimos al mundo. Cuando estamos en el lecho de muerte  tenemos la misma consciencia que un recién nacido pero nuestras ansias se concentran en volver al útero y no en salir. 
Nunca deberíamos ocultar el diálogo sobre la muerte. Conocer sus misterios puede ser lo más apasionante que nos puede ocurrir, pues la vida es el proyecto que concluye en la muerte y todos nuestros pasos están orientados hacia ella.