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19 de abril de 2011

Consciencia y peligro



Vivimos en un mundo en el que la percepción del riesgo parece abrumadora. Nos sentimos tan expuestos  a riesgos de todo tipo que ni siquiera la comodidad del hogar parece libre de peligros para nuestra integridad. Accidentes laborales, domésticos, de circulación, seísmos, tornados, radiaciones, etc. constituyen un amplio repertorio de peligros que nos acechan. Siendo esto cierto veremos cómo el aumento de la consciencia nos hace movernos por el mundo sorteando los peligros sin tener que refugiarnos en un búnker. Consciencia y peligro son dos dimensiones antagonistas, cuando aumenta la consciencia disminuye el peligro y cuando disminuye, hace que aumente el peligro. La Consciencia es la capacidad de integrar en la mente la realidad circundante. Esa capacidad hace que dispongamos de un mapa mental en el que está representado el mundo que nos rodea hasta donde nuestro conocimiento nos lo permite. Somos conscientes del peligro que supone un meteorito o una erupción solar sencillamente porque hemos adquirido ese conocimiento. Por tanto la consciencia es una suma de nuestros conocimientos y nuestra experiencia que conforma un esquema de consulta permanente. Ese esquema nos permite desenvolvernos por el mundo sin tener la atención constantemente centrada en los peligros que nos rodean, dejando libres los sentidos para otras tareas y ahorrando una considerable energía. De esta forma actuamos con normalidad guiados por los límites que nos impone la consciencia y solo en el caso de un peligro inminente e inesperado actúan los sentidos para alertarnos. En definitiva, la consciencia nos traza senderos virtuales por los que transitar con un grado aceptable de seguridad.

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