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27 de abril de 2009

Guía conductual

Ya sabemos cómo funciona nuestro cerebro emocional y cómo tomamos la mayor parte de nuestras decisiones. Especialmente si hemos tomado decisiones similares en el pasado, estas decisiones del presente las adoptaremos de forma inconsciente basándonos en el éxito memorizado en forma de emociones. Pero ¿acaso estamos en manos de nuestro cerebro subconsciente? ¿Acaso no podemos hacer nada para modificar nuestra conducta? Nada de eso. Nuestra mente racional puede y debe encargarse de la indispensable tarea de educar a nuestra mente emocional, de educar las emociones. Nuestro cerebro es un sistema complejo que consta de tres entidades que debemos coordinar y armonizar para extraer el mayor potencial. ¿Cómo se educa las emociones? Ya hemos dicho que es la mente consciente la que debe tomar la iniciativa, pues es la mente que dirigimos directamente. De hecho, nuestra mente consciente es lo que llamamos YO. Nuestra mente consciente tiene que enseñar a nuestra mente inconsciente cómo debe sentirse en cada situación. Si presenciamos una tragedia debemos sentir angustia. Si presenciamos la felicidad de alguien debemos sentir alegría. Si nuestro sistema emocional no está educado para sentir esas emociones debemos inducirlas conscientemente. Si las personas de nuestro entorno experimentan una misma emoción ante una situación y nosotros tenemos una emoción contraria o neutra, debemos preguntarnos por qué sucede esto. Si es por falta de educación emocional podemos solucionarlo. No se trata de fingir emociones, pues esto sería una simple manifestación ficticia carente de significado emocional. Se trata de inducir la emoción correspondiente de forma consciente. “Todo el mundo se siente bien, yo también me tengo que sentir bien, como aquella vez que me sentí así. Ya empiezo a sentirme bien”.

La vida en grupo


Tal vez te hayas preguntado por qué motivo sentimos la necesidad de pertenecer a un grupo. Acaso no sería mejor constituirnos en seres solitarios independientes y libres. La realidad muestra que no. Rotundamente no. Preferimos vivir en pareja, salir en grupo, pertenecer a asociaciones, partidos, empresas, pandillas, agrupaciones, etc. ¿Por qué? El ser humano es un ser social que necesita de sus semejantes desde que nace hasta que muere. Un ser humano que crezca sin contacto con otros seres humanos apenas lograría aprender a conseguir alimento, a cobijarse de la intemperie y a huir de peligros. Somos como somos gracias a la educación que recibimos, a la influencia cultural que nos transmiten. Sólo esa influencia nos aleja de otras especies. A pesar de los indudables inconvenientes que conlleva, el ser humano ha optado rotundamente por la convivencia grupal. Y esto es por las muchas ventajas que reporta la socialización. Un grupo, al margen de cuál sea su tamaño, proporciona seguridad, fuerza, coordinación de trabajos, suma de conocimientos y, sobre todo, orientación cognitiva. Esta orientación se basa en la capacidad de emulación, en reconocer como correcto aquello que hacen normalmente nuestros semejantes. Aquello que hace nuestro grupo. Esa orientación nos concede un mínimo de garantías a la hora de tomar decisiones, pues nos vemos reflejados en nuestros semejantes y sabemos que su éxito garantiza el nuestro, que adoptando sus decisiones, tendremos éxito. En definitiva, vivir de forma social nos permite desenvolvernos con mayores garantías de éxito que de forma individual. Los grupos nos proporcionan un sendero de la realidad por el que podemos caminar sin temor.

21 de abril de 2009

La especie rebelde



Después de millones de años de evolución de las especies vivas, aparecen sobre la Tierra unos pequeños mamíferos que vendrían a revolucionar el equilibrio de fuerzas entre las especies del planeta. La cualidad que los hacía especiales yacía en estado latente en el interior de su cráneo. Poseían una capa de neuronas que envolvía al resto del cerebro, que sería la génesis del tercer cerebro; el cerebro humano. De una forma simplificada y metafórica podemos afirmar que el homo sapiens posee tres cerebros en la medida en que los reptiles poseen uno o los mamíferos inferiores, dos. La evolución ha permitido al sapiens desarrollar ese tercer cerebro sobre los otros dos cerebros ancestrales y comunes con el resto de mamíferos no primates. A su vez los mamíferos desarrollaron el segundo cerebro sobre el andamio del primero a modo de estructuras que lo envuelven en una suerte de entramado semiesférico. Ese cerebro permitió a su especie poseer, por primera vez en la historia de la evolución, la capacidad para elegir entre opciones. Por fin, su universo de decisiones no quedaba circunscrito al instinto genético o al condicionamiento emocional basado en experiencias. Podía crear decisiones basadas en el razonamiento abstracto, realizar previsiones o cálculos. Este cerebro le permitía que fuera la primera especie que podía luchar contra la propia naturaleza, incluso contra sí misma. Esta especie rebelde, dotada de voluntad podía salvar al planeta o destruirlo gracias a su capacidad de voluntad y libertad.

17 de abril de 2009

Cerebro mamífero



Algunas especies animales, como los primeros mamíferos, evolucionaron respecto de sus antepasados reptiles e incorporaron un conjunto de estructuras cerebrales sobre el arcaico cerebro reptil. Este conjunto de estructuras conocida como sistema límbico debido a su forma de anillo es responsable, entre otras funciones, de la memoria, las emociones y el aprendizaje por condicionamiento. Se compone de: tálamo, hipotálamo, hipocampo, amígdala cerebral, cuerpo calloso, séptum y mesencéfalo. Esta estructura dota al individuo de emociones asociadas a experiencias pasadas. Mientras que los reptiles, dotados de un cerebro simple, reaccionan guiados básicamente por un patrón programado genéticamente, los mamíferos pueden reaccionar de formas diferentes dependiendo de la situación. El mamífero podrá huir ante una situación de peligro, como haría cualquier reptil, pero también podrá enfrentarse a esa situación si, por ejemplo, se encuentra en peligro uno de sus cachorros. El responsable de esa asunción de riesgo es el segundo cerebro, el cerebro mamífero o sistema límbico, encargado de dotar al animal de emociones como el afecto hacia los descendientes. Ese afecto puede poner en peligro a un individuo en aras a la preservación de la especie. Es, por ende, un cerebro social, emocional y asociado los recuerdos. El ser humano, como mamífero, incorpora este cerebro además del cerebro reptil y el cerebro humano.

13 de abril de 2009

Radiación cósmica de fondo

El universo nació como expansión de la nada. Todo el tejido formado se estremeció y comenzó a vibrar, a latir. Inconmensurables nubes de partículas comenzaron a vagar por todo ese tejido cósmico formado. Hoy, el universo maduro ha despertado de su letargo y es capaz de mostrar a su criatura predilecta imágenes de su infancia cósmica. Esas imágenes nos llegan en forma de radiación electromagnética. Una radiación que procede de todas partes del universo. Una radiación, antaño muy energética, que se ha ido enfriando y hoy nos llega en la longitud de onda de microondas. Una radiación que nos muestra que el universo nació de la nada a través de una expansión súbita y continua. Desde aquel momento primordial, la radiación procedente de aquella expansión brutal está vagando por todo el universo de forma inexorable. Gracias a los radiotelescopios creados por la especie elegida por el universo, podemos reencontrarnos con el origen del universo. Podemos contemplar el Big bang. Podemos ver nuestro origen.

6 de abril de 2009

Cerebro reptil



El tronco cerebral de los humanos es una evolución del cerebro reptil que hemos heredado evolutivamente. Este auténtico cerebro lo compartimos con los reptiles y con todas las especies que los suceden evolutivamente, y está encargado de la supervivencia del individuo en su estado más elemental. De forma sucinta, se puede decir que regula las funciones vitales del individuo como el latido cardiaco o la respiración y produce las reacciones inconscientes ante la presencia de determinados estímulos. Su función es preservar la vida del individuo a toda costa. Cuando vemos una cobra amenazada lanzar una dentellada está funcionando este cerebro; el único que tiene este animal. Del mismo modo, cuando un humano amenazado se torna violento, también está actúa influido por este cerebro primario; aunque en los humanos este cerebro no actúa en solitario.