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8 de abril de 2014

El pensamiento y la selección natural de las neuronas

Desde Darwin sabíamos que los animales compiten entre sí por conquistar el nicho ecológico y apropiarse de los recursos energéticos. Es lo que conocemos como selección natural. Posteriormente se ha ido descubriendo que ese mecanismo se puede generalizar a otras escalas. Por ejemplo, los cromosomas compiten entre sí por unirse a los aminoácidos, algo que solo es problemático cuando se padece trastornos como las trisomías. Incluso han quien defiende que las moléculas más simples también establecen una lucha entre sí por establecer uniones enlaces químicos, algo que no está demostrado por ahora.
Lo que sí está demostrado es que las neuronas también compiten por los nutrientes que fluyen hacia el cerebro. Una neurona activa demanda glucosa y oxígeno para llevar a cabo sus procesos sinápticos. Cuantas más acciones realice, mayor será esa demanda energética. Por consiguiente, las neuronas más activas captan mayor cantidad de nutrientes y podrán ampliar su red de dendritas, con las que participan en más procesos sinápticos. Lo cual, a su vez, las vuelve más fuertes y más preparadas para captar nutrientes. Así, en un proceso circular, las neuronas más activas se vuelven más fuertes y disponen de más probabilidades de sobrevivir frente a las menos activas.
Está demostrado que la actividad cerebral previene contra diversas enfermedades degenerativas del cerebro, como el Alzheimer o el Parkinson. Es decir, el entrenamiento consciente del cerebro hace que las neuronas se desarrollen, se vuelvan más fuertes y estén preparadas para luchar contra amenazas internas o externas. Por tanto, el mejor favor que le podemos hacer a nuestro cerebro es entrenarlo como haríamos con cualquier músculo de nuestro cuerpo.