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30 de diciembre de 2013

Luchar contra los pensamientos negativos

Los pensamientos negativos son enunciados que se repiten en nuestra mente con insistencia y que limitan nuestra capacidad de superación. Estos pensamientos se instalan, normalmente de forma inconsciente, y ofrecen una gran resistencia a desaparecer. Aunque pueda parecer paradójico, las personas que padecen estos pensamientos encuentran en ellos algunos mecanismos de recompensa, los cuales constituyen el principal motivo por el que resulta tan difícil luchar contra estos pensamientos. Para luchar contra los pensamientos negativos es preciso comenzar por desactivar los mecanismos de recompensa que los realimentan y emprender el camino inverso hacia los pensamientos negativos. 
Todo el mundo se sirve en algún momento de la capacidad de despertar la compasión ajena para obtener algún beneficio. Solemos ser más comprensivos con las personas aquejadas de algún dolor o enfermedad. Por ello hay personas que fingen un malestar para librarse de sus obligaciones o evitar alguna responsabilidad. Ese pensamiento puede cristalizar en la mente y hacer creer al individuo que está realmente enfermo. Otra categoría de pensamientos negativos son los que hacen dudar de las capacidades de alcanzar metas. Quienes tienen este tipo de pensamientos renuncian a emprender proyectos o los abandonan al poco de empezar porque creen que no serán capaces de desarrollarlos. Estas personas suelen realizar afirmaciones en las que resaltan sus limitaciones físicas o mentales. Otro tipo más de pensamientos negativos es el de aquellos que culpan a su entorno o su pasado de todo lo que les sucede. Piensan que son víctimas del destino o de la sociedad y así justifican su falta de éxitos. En realidad, detrás de estos pensamientos se encuentra una acusada falta de motivación o simplemente desinterés por seguir otros caminos que los marcados por la familia y el entorno, por ello muchas personas se agarran a estos pensamientos victimistas. Como hemos dicho, solemos ser más comprensivos o solidarios con las personas débiles, enfermas o que padecen limitaciones de cualquier tipo. Incluirse en cualquiera de estas categorías incita a los demás a prestar su ayuda.
Como resulta fácil colegir, para luchar contra estos pensamientos es imprescindible identificar los motivos subyacentes que los están alimentando. Es decir, hay que descubrir los beneficios potenciales que nos proporcionan. Si descubrimos que esos pensamientos negativos solo ocultan una actitud de retraimiento hacia la vida, estaremos en camino de superarlos. Para ello hay que adoptar una actitud mental positiva y enfrentarse con valentía a los lances de la vida. Progresivamente descubriremos que no necesitamos de tanta ayuda ajena y que tenemos suficientes capacidades como evolucionar y crecer por nosotros mismos. En ese camino, nuestros pensamientos irán tornándose positivos y reforzarán nuestra autoconfianza.

11 de diciembre de 2013

¿Es necesario el dolor en la vida?

Además de inevitable, el dolor es útil en la vida humana. Solo el modelo de sociedad occidental, heredera del hedonismo, trata de evitar el dolor por todas las vías posibles. El individuo occidental intenta no pensar en el dolor, creer que puede vivir sin él. Una vez que aparece, lo soslaya hasta que se hace tan intenso que no puede evitar centrarse en él. Y, en este caso, lo que busca es su desaparición inmediata. Pero, pensemos, ¿es necesario el dolor en la vida? Si no lo fuera, es probable que hubiera desaparecido de nuestro linaje, barrido por la escoba evolutiva hace millones de años. Si sigue presente en nuestro organismo es porque cumple una importante función de alarma para nosotros. El dolor es el mensajero que el cuerpo envía a la mente para indicarle que algo no funciona correctamente. La acción que debería emprender el individuo, en este caso, sería cambiar la conducta y prestar atención al problema, pero esto no suele suceder así. Si viviéramos atentos a los mensajes de nuestro cuerpo, tendríamos en nuestras manos una poderosa herramienta de prevención de enfermedades y trastornos, pero al marginarlo perdemos la ocasión de poner remedio a nuestros males. La mejor forma de vivir atentos al dolor consiste en meditar periódicamente, siquiera unos segundos, para explorar el cuerpo en busca de dolores o tensiones anormales. Al prestar atención al dolor concentramos nuestras energías en la sanación de la zona afectada.