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30 de junio de 2011

Las sociedades del futuro



Quien quiera saber cómo serán las sociedades del futuro solo tiene que mirarse al espejo y obtendrá la respuesta. Estará contemplando billones de células unidas y coordinadas por un objetivo común, la vida del organismo. Las sociedades del futuro estarán integradas por un número de seres humanos muy superior al de la actual humanidad, se reproducirán por todo el Universo, colonizarán nuevos mundos y colmarán de vida todos los espacios donde no haya aparecido ya la vida. Estas sociedades se sentirán unidas por un destino común. Tendrán una misión común. Pero antes de todo, nuestra actual humanidad tendrá que superar las diferencias y rivalidades internas que le impiden crecer, deberá atajar el déficit de energía y comenzar su crecimiento interno. Ningún organismo puede crecer hacia el exterior cuando está enfermo. Una sociedad dividida en facciones que luchan entre sí es una sociedad enferma. Cuando superemos los retos de los recursos energéticos y de materias primas todo fluirá de forma más sencilla. Las sociedades del futuro están llamadas a expandir la vida por el Universo.

27 de junio de 2011

Actitud mental positiva



Adoptar una actitud mental positiva es preparar el camino para que empiecen a salir bien las cosas. La actitud mental no es una cuestión pasajera, un vano deseo que se tiene en un momento dado. La actitud mental es una postura prolongada en el tiempo y que hay que construir progresivamente. La importancia de la actitud mental radica en su capacidad de influencia sobre todos los ámbitos de nuestra vida. En un nivel primario se encuentra el mundo de las ideas, por encima se encuentra el de los sentimientos y por encima de ambos se encuentra la actitud mental. Esa jerarquía hace que una actitud mental positiva derive en sentimientos positivos y éstos en ideas positivas. Por tanto el secreto se encuentra en construir desde la base una actitud mental positiva. Para ello hay que cosechar pequeños éxitos para añadirlos a nuestro bagaje y nutrir esa actitud mental. Normalmente el pesimismo se instala en nuestra vida tras cosechar fracasos. Debemos invertir esa tendencia acometiendo pequeños retos que nos doten de autoconfianza y vayan modificando el rumbo de nuestra actitud mental. Recordemos una vez más que la actitud mental se prolonga en el tiempo, al contrario de las ideas que son fugaces o de los sentimientos que también son efímeros, la actitud mental es un estado con vocación de permanencia. Es una cuestión de voluntad, de querer cambiar el rumbo de nuestra vida, de no rendirnos ante las vicisitudes y de ser conscientes de lo mucho que podemos lograr si nos lo proponemos.

19 de junio de 2011

Producción y reproducción cultural



Todos los seres humanos, desde el más necio al más sabio, somos reproductores culturales en la medida en que transmitimos la cultura en que hemos nacido. Recordemos que la cultura es mucho más que producción artística y que abarca el lenguaje, las costumbres, la forma de comer, de relacionarnos, de trabajar, etc. Para que exista la reproducción cultural no es necesario un proceso educativo consciente, de forma natural todos estamos enseñando al resto las formas de hacer las cosas. Cuando un niño ve a los mayores desenvolverse por el mundo está aprendiendo las pautas culturales que adoptará inconscientemente en el futuro. Por tanto, todos practicamos la reproducción cultural. Sin embargo, la producción cultural consiste en modificar el estado de las cosas, en innovar. Este proceso tiene su base en el inconformismo humano y es mediado por la inteligencia. En este caso, no todo el mundo es productor cultural, la producción cultural afecta solo a una parte de la población. Este proceso tampoco tiene por qué ser consciente, pero sí es lo más habitual. Una o varias personas muestran su descontento con la situación que viven y promueven el cambio. Si no hubiera existido producción cultural o ésta hubiera sido menos profunda aún viviríamos en cavernas y seríamos forrajeros. Por tanto, la producción cultural alcanza solo a los más iluminados, a los inconformistas que sueñan un mundo mejor y promueven su evolución.

14 de junio de 2011

Vencer al miedo



El miedo es la madre de todas los males, tanto individuales como colectivos. El miedo es el origen de la violencia, los conflictos y las guerras. Los individuos atemorizados se tornan violentos, como los animales heridos y acorralados, al igual que las sociedades con miedo se tornan violentas. Cuando veas a un hombre violento, no lo dudes, tiene miedo. Su miedo le hace rebuscar en su archivo de instintos primarios algún recurso que le garantice la supervivencia y recurre al último que le suele quedar a las personas con escasos recursos culturales e intelectuales; la violencia. Nadie es inmune al miedo ni a la violencia. Pero sí podemos prevenir su aparición para disminuir al máximo su expresión. Individualmente debemos sentirnos en paz con todo el mundo. Esto es una premisa. Debemos zanjar pacíficamente todas las deudas contraídas, aclarar las dudas, establecer acuerdos tácitos o explícitos con quienes tengamos conatos de conflicto. Después debemos caminar por la vida con la cabeza alta sintiendo que no tenemos nada contra nadie salvo que alguien lo quiera tener contra nosotros. Nuestra mirada, nuestros actos, nuestra voz, nuestras palabras denotarán confianza, seguridad. Esa seguridad será captada por el entorno, por todo el mundo. Nadie quiere agredir a alguien que se muestra confiado, los violentos siempre eligen a los individuos inseguros, a los que se sienten culpables. Por eso debemos desprendernos de todo sentimiento de culpa. La culpa la siente quien no está en paz. La culpa es del que odia, del que agrede. La seguridad es de quien está en paz con todo el mundo. Vencer al miedo es una cuestión que empieza en nuestra subjetividad y se extiende como objetividad a través de nuestra presencia objetiva.

12 de junio de 2011

La identidad de las partículas subatómicas



Los isótopos radiactivos tienen una propiedad que los define, que es el periodo de semidesintegración. Este periodo indica el tiempo tras el cual, la mitad de su masa estará convertida en una sustancia nueva más estable. Lo más intrigante de esta propiedad es que se desconoce qué isótopos se desintegrarán en cada instante. Se sabe que transcurrido ese periodo, la mitad de su masa estará transformada en otra nueva, pero se ignora qué átomos serán los que transmuten en cada momento. Este fenómeno se considera aleatorio, no se produce de forma ordenada, siguiendo un patrón regional, energético o de otra índole. Si estuviéramos hablando de células o de individuos superiores no tendríamos inconveniente en hablar de selección natural. Los menos adaptados son los que sucumben ante la presión del entorno. Pero al hablar de partículas cambia la cosa. Si todas las partículas son idénticas, por qué unas transmutan antes que otras. ¿Por qué no lo hacen todas a la vez o siguiendo una reacción en cadena? Tal vez debamos prepararnos para comprender que las partículas subatómicas no son idénticas entre sí, solo para nuestros ojos. La naturaleza de su identidad diferencial debe pasar inadvertida para nuestros ojos debido a su tamaño diminuto. Tal vez se trate de un código de emisión de energía diferente o de pequeñas variaciones en su composición interna. Son posibilidades que aún no se han descubierto, pero no por ello debemos descartarlas como opción. Tal vez exista todo un universo de identidades diferentes entre partículas subatómicas. Tal vez todas sean tan diferentes entre sí como los somos los animales o las galaxias.

8 de junio de 2011

El poder de los hechizos



El poder de un hechizo radica en nuestro poder de sugestión y éste, a su vez, radica en nuestra naturaleza social. Somos animales sociales y es el grupo al que pertenecemos el que guía nuestra concepción del mundo.  Como miembros del grupo, todos participamos activamente en transmitir esa concepción hacia los demás. Somos, pues, transmisores y receptores de una percepción social de la realidad. Si el grupo en que nos encontramos integrados realiza un ritual mediante el cual se nos transmite la idea de vamos a ser hechizados, podemos dar por seguro que la capacidad de sugestión obrará estragos en nosotros. En las sociedades aisladas el efecto es implacable, pues el individuo carece de otros referentes en los que apoyarse y recibir otras opiniones. Cuando un individuo es hechizado buscará apoyos en los demás, pero todo el mundo le dará la espalda, comenzará a tratarlo como un apestado, poco a poco empezará a sentir que de verdad está maldito, la sugestión degenerará en trastornos psicosomáticos que se agravarán por la falta de apoyos físicos y psíquicos y caerá en un estado de alienación en el que preferirá morir a seguir padeciendo ese infierno. Finalmente, los individuos más débiles sucumbirán a la muerte. En las sociedades modernas, donde la información fluye por doquier y abundan los apoyos sociales o institucionales resulta más difícil transmitir ese hechizo pero existen ejemplos que muestran la actualidad del fenómeno. Cuando un individuo fracasado que es marginado y humillado por su entorno se suicida, lo hace movido por la idea de que es un elemento que sobra en la sociedad. Su entorno le ha transmitido esa idea y él se sugestiona y la hace suya. Es un individuo que carece de otros apoyos y pierde el sentido de su existencia. Simplemente prefiere morir. Es una versión contemporánea del hechizo que abunda en las sociedades competitivas donde el fracaso está condenado socialmente.

1 de junio de 2011

La suerte no existe



Acostumbramos a llamar suerte a los fenómenos cuyo origen desconocemos o no conocemos con certeza. Vemos un accidente de tráfico y decimos: qué mala suerte. Es una impresión instantánea, un juicio rápido basado en las simples apariencias. Si pudiéramos movernos por el espacio y el tiempo a voluntad veríamos que no existe tal mala suerte, ese vehículo accidentado era conducido a gran velocidad, sin respetar distancias de seguridad. No ha sido cuestión de mala suerte. Sería más acertado decir: qué mal cálculo. El sujeto realizó un cálculo y se equivocó. Creyó posible moverse a gran velocidad sin colisionar; calculó mal. Cuando vemos un resultado positivo o negativo no es una cuestión de suerte sino un equilibrio entre las fuerzas de la naturaleza y nuestra voluntad. Nuestra mente analiza las opciones, las probabilidades de salir airosos de un trance y acciona la palanca de: adelante. Cada vez que tomamos cualquier decisión estamos asumiendo unos riesgos y estamos esperando unos beneficios a resultas de esa acción. Estamos haciendo un cálculo de probabilidades. En este juego mental el optimismo y el pesimismo juegan el papel de condicionantes orientando nuestras decisiones, como un titiritero que mueve nuestros hilos. El optimismo introduce sesgos en nuestra conducta que nos hace tomar decisiones consciente o inconscientemente orientadas hacia un resultado exitoso. El pesimismo hace lo mismo en la dirección contraria. Por eso es importante dotarse de un repertorio de buenos pensamientos y buenos deseos, pues actúan sobre nuestra voluntad y nuestro destino.