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28 de octubre de 2011

El miedo a la muerte



No existe para nosotros nada más temido ni más terrible que la muerte. Es el miedo por excelencia, el miedo supremo. Pero el miedo a la muerte al final de la vida ni surge espontáneamente ni es un rasgo hereditario. Nuestro instinto nos previene de la muerte prematura, de los accidentes y de los peligros próximos. Pero el miedo a la muerte al final de la vida es cultural. Y como todo rasgo cultural es transmitido de unas generaciones a otras por medio de la enculturación. Durante nuestros primeros años de vida tenemos miedo a muchos peligros, pero no a la muerte. No figura en nuestro repertorio biológico. Este aparece con la consciencia, y la consciencia es el polo opuesto de la muerte. Cuando desaparece la consciencia, la certeza de la muerte también lo hace y, por ende, también el miedo a morir. En los últimos años de vida, si hemos vivido plenamente, nos vamos sumergiendo en una nebulosa similar a la que nos baña durante los primeros años de vida. Esa nebulosa es consecuencia de la desaparición progresiva de la consciencia. Cuando finalmente llega la muerte física, la consciencia hace tiempo que nos ha abandonado y por tanto, también el miedo a morir. El miedo a la muerte y la consciencia de nosotros mismos son dos atributos característicamente humanos que se anulan mutuamente. Si uno desaparece también lo hace el otro. Es natural sentir cierto temor a una muerte prematura, pues es lo que nos mantiene con vida, pero pensar que el final de nuestros días va a ser algo terrible es absurdo. La experiencia próxima a la muerte es algo parecido a un letargo que puede ser placentero si hemos vivido con plenitud y dejamos que los ciclos se sucedan con naturalidad.

21 de octubre de 2011

Memoria a corto plazo



El hombre dispone de tres registros de memoria en función del tiempo de permanencia del recuerdo. En primer lugar está la memoria sensorial, cuyo tiempo de permanencia es de una fracción de segundo. Nuestros sentidos son impresionados constantemente sin que conscientemente lo percibamos. En segundo lugar está la memoria a corto plazo cuyos recuerdos se desvanecen en apenas unos segundos. Y finalmente está la memoria a largo plazo, en la que se almacenan los recuerdos permanentes durante años.
La memoria a corto plazo se considera como intermediaria entre la memoria sensorial y la memoria a largo plazo. Los datos que recogen los sentidos son filtrados por la memoria sensorial en virtud a su significación y son remitidos a la memoria a corto plazo. Si esos datos siguen interesando a la mente pasarán a la memoria a largo plazo para almacenarse definitivamente. La memoria a corto plazo tiene la característica de que no soporta más de unos cinco o seis conceptos simultáneamente. Cuando intentamos memorizar un número de teléfono, cifra a cifra, nos encontramos con este problema. Sin embargo, esos datos pueden tener distintas dimensiones. Lo mismo puede admitir seis cifras que seis conceptos o seis palabras. Es por ello que terminamos agrupando las cifras del número de teléfono para recordarlas.
Esta memoria se puede ejercitar para aumentar la duración de los recuerdos, la facilidad de registro e incluso el número máximo de datos admisible. Los ejercicios de memoria son ideales para este fin. Ejercicios matemáticos sin lápiz ni calculadora, ejercicios de retención de colores, formas, palabras, etc. Todo ello contribuye a la capacidad de memoria de forma notable y evita que se pierda agilidad con la edad.

13 de octubre de 2011

Mente sana en cuerpo sano



Es costumbre ver a mucha gente lanzarse a practicar deporte sin sentir pasión ni agrado por su práctica, para intentar mejorar su forma física. Saben que han llegado a un punto en el que su salud se está resintiendo y tratan de poner remedio a través de una práctica deportiva. Normalmente estas personas suelen esforzarse más de lo conveniente, llegan a casa destrozados y desmotivados y pasan el resto del día intentando recuperarse de la paliza. Tras unos días o semanas de esfuerzo fútil abandonan en igual o peor condición que se encontraban. Lo que sucede es que no han comprendido que para mejorar la forma física antes de practicar cualquier deporte hay que adoptar una serie de hábitos saludables que nos preparen para su práctica. Es decir, primero hay que tener una mente sana para tener un cuerpo sano. Esto puede ser difícil de entender para el profano, pero practicar una actividad deportiva sin motivación y sin mesura puede ser más perjudicial que no practicar nada. En primer lugar es mejor reducir el consumo de calorías antes que intentar quemarlas con el ejercicio. Es mucho más fácil perder peso reduciendo la ingesta alimenticia que por medio del deporte. En segundo lugar es preferible practicar actividades aeróbicas como pasear o montar en bicicleta que machacarse corriendo o levantando pesas. Las actividades aeróbicas queman fundamentalmente grasas y no resienten el cuerpo como las otras actividades. Pero lo más importante es adoptar como punto de partida una actitud favorable hacia el deporte tomándose la vida con deportividad. Esto supone elegir la escalera en lugar del ascensor, caminar en lugar de tomar el autobús o, en general, ver el lado deportivo de cualquier actividad que suponga un esfuerzo. Esa será la condición de una mente sana antes de pretender el cuerpo sano.

10 de octubre de 2011

La vida como destino de la materia



Si conociésemos el Universo en su totalidad podríamos saber con certeza cuántos mundos se encuentran habitados por seres vivos simples o complejos y así trazar una estadística que nos dijera la probabilidad de que aparezca la vida en un planeta o un astro similar. Como apenas conocemos nuestro sistema solar, todas nuestras referencias están condicionadas por esos límites. De todo el sistema solar solo la Tierra parece tener y haber tenido vida, lo cual hace que la vida parezca una rareza en el Universo. Por otra parte, tampoco se ha encontrado evidencia de que otras civilizaciones estén enviando ondas tipo radio o similares desde sus mundos.  Esta búsqueda sin éxito de mundos vivos nos lleva a pensar que tal vez la Tierra sea una excepción en el colosal Universo. Sin embargo, incluso un cálculo pesimista de probabilidades nos haría entender lo absurdo de este planteamiento. El Universo se compone de billones de estrellas capaces de contener planetas similares al nuestro. Las probabilidades de que una pequeña parte de esos mundos este viva son abrumadoras. Pero aún hay una reflexión más, que no por obvia la debemos soslayar. Si la materia ha dado lugar en nuestro planeta a algo tan complejo como la vida es porque "tiene" esa capacidad. Y si la materia de que está formado el Universo es exactamente la misma que formó la vida en la Tierra es evidente que posee esa misma capacidad en todas partes. Por tanto, toda la materia del Universo es potencialmente creadora de vida, tanto si llega a hacerlo como si no. Es una capacidad intrínseca de la materia. Solo necesita de unas condiciones determinadas aún no aclaradas para dar como resultado la eclosión de la vida. Es previsible, pues, que existan miles o millones de mundos habitados por formas de vida, tal vez muy distintas de nosotros y de lo que conocemos en la Tierra. En nuestra búsqueda de vida extraterrestre solo hemos rozado la orilla de un inmenso océano por explorar. El futuro será el que nos vaya revelando la verdadera naturaleza de la materia y la probabilidad de producir vida en el Universo.

9 de octubre de 2011

Anatomia del homo sapiens



La fisiología y la anatomía del homo sapiens se encuentra condicionada por los cientos de miles de años de evolución como cazadores reproductores. Frente a ese largo periodo evolutivo se encuentra el proceso inconcluso de adaptación surgido durante el sedentarismo neolítico y su exacerbación industrial. Por tanto, la mayor parte de lo que somos hoy se lo debemos a la adaptación paleolítica. De esta adaptación deriva, por ejemplo, la capacidad de acumular grasas tan necesaria entonces como nociva en la actualidad. También la agresividad, necesaria entonces y perjudicial ahora. Y así podríamos continuar con una larga lista que incluye desde hábitos de sueño, la capacidad para el ejercicio, el tránsito intestinal, etc. Todos aquellos procesos se fueron adaptando al nomadismo de la época en que éramos forrajeros y necesitábamos realizar múltiples procesos durante la marcha. Hoy estamos invirtiendo el proceso y enseñando a nuestra maquinaria corporal a adaptarse a un nuevo entorno sedentario. Ese aprendizaje evolutivo quedará registrado en los genes y serán las generaciones del futuro las que recojan sus frutos.

2 de octubre de 2011

La posibilidad de un multiverso



Hasta hace poco la concepción del Universo único era la teoría aceptada unánimemente por la comunidad científica. Pensar en otros universos paralelos quedaba en manos de la ciencia ficción. Sin embargo, nuevos descubrimientos están haciendo repensar la posibilidad de que existan universos múltiples. El conocimiento del Universo ha avanzado siempre a golpe de descubrimiento científico. Antiguamente se creía que el Universo estaba formado únicamente por la Tierra rodeada de una cúpula en la que flotaban las estrellas, el Sol y la Luna. Con los avances del Renacimiento y el desarrollo del telescopio, de la mano de figuras como Galilei, Kepler y Newton se amplió el conocimiento del Sistema solar en su conjunto y de nuestra galaxia, la Vía Láctea. No fue hasta el siglo veinte cuando se descubrió que muchas de las que se consideraba estrellas eran en realidad galaxias. Ahora se sabe que no solo existen más galaxias como la nuestra sino que existen unos diez mil millones de ellas. Es cuestión de tiempo que los horizontes del conocimiento de nuestro Universo avancen y confirmen si existen otros universos.