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18 de septiembre de 2011

Ganas de vivir



En ocasiones nos sorprende que una persona que ha estado a punto de morir en un accidente o por una enfermedad grave sobreviva milagrosamente y no quede en ella ninguna huella visible de ese trance con el paso del tiempo. En realidad, los riesgos a los que estamos expuestos cada día son tan numerosos que todos estamos sorteando constantemente peligros potencialmente letales; accidentes de tráfico, infecciones, caídas de objetos, tumores, agresiones físicas, etc. Cabe preguntarse entonces, qué distingue a las personas que sortean todos esos obstáculos de aquellas otras que tropiezan con ellos hasta que sucumben y pierden la vida. La mente racional tiene demasiadas tareas cotidianas como para estar atenta a todos esos riesgos de los que hablamos, antes bien, son la mente subconsciente y la inconsciente las que se encargan de gestionar todos esos riesgos influyendo sutilmente sobre nuestra conducta. 
Supongamos que nos encontramos en la trayectoria de un vehículo que va a atropellarnos y estamos distraídos en una conversación de tal forma que no nos percatamos de su peligro. Mientras nuestra mente racional está concentrada en la conversación nuestro oído capta el sonido del vehículo y lo envía a la mente subconsciente y esta da la orden de interrumpir la conversación para que percibamos el peligro. Nos quitamos del peligro y continuamos con la conversación sin apenas conceder importancia al peligro que acabamos de atravesar.
Para que este proceso tenga efecto, la mente tiene que estar nutrida de ideas referentes a la pasión por la vida, de ese modo dictará las instrucciones pertinentes para protegerla. Esas ideas las debemos aportar conscientemente nosotros como pago al servicio que nos presta nuestro subconsciente. Si tenemos ganas de vivir sortearemos las vicisitudes que se nos opongan en el camino sin gran dificultad, casi sin darnos cuenta del verdadero peligro que entraña desenvolvernos en nuestro entorno.

10 de septiembre de 2011

Superdotados



Normalmente solemos llamar superdotados a aquellos niños o jóvenes que destacan por encima de la media en distintas escalas de medir facultades intelectuales. Ya hemos prevenido sobre las dudas que encierran estas escalas, pues a priori solo sirven para evaluar la capacidad de resolver los test que plantean. Un muchacho o una muchacha superdotados suelen tener mayor capacidad intelectual y además mayor adquisición de conocimientos. Es decir, suelen tener capacidad y contenido. No existe escala de medir la inteligencia de un niño que se haya criado en estado salvaje por más capacidad que pueda tener. Por tanto estas escalas dependen de los contenidos culturales adquiridos durante la vida. Normalmente nos referimos a la sobredotación o superdotación cuando el individuo destaca en general en todas las áreas de estudio. Cuando destaca en una sola capacidad hablamos de genios de la música, prodigios de las matemáticas, etc. Con el paso del tiempo las escalas de medida de la inteligencia han ido integrando variables evolutivas o adaptativas, para acercarse más a la totalidad del individuo. 

7 de septiembre de 2011

La ventana de Johari



La Ventana de Johari es una teoría de psicología que se debe a Joseph Luft y Harry Ingham, de cuyos apellidos se deriva el nombre, empleada entre otras cosas en la dinámica de grupos y grupos de autoayuda. Según esta teoría, el espacio interpersonal se articula en cuatro espacios, como los cuadrantes de una ventana. En el primer cuadrante se encuentra el yo público, el que conoce todo el mundo, incluido uno mismo. En el segundo cuadrante está lo que conoce todo el mundo de mí, pero yo ignoro. En el tercero se encuentra lo que solo yo sé de mí. Y por último, en el cuarto cuadrante se encuentra lo que nadie sabe de mí, ni siquiera yo mismo. Resulta de interés esta teoría pues ayuda a conocerse a sí mismo, a explorar zonas que desconocemos de nosotros y sobre todo a identificar traumas, complejos o manías inconscientes que nos afectan en nuestra conducta y personalidad.

5 de septiembre de 2011

Ciencia y opinión



Para el profano, ciencia y opinión son dos conceptos difusos que se entremezclan sin solución de continuidad. No saben discernir dónde acaba la ciencia y empieza la opinión. No debe extrañarnos que exista confusión al respecto, pues la ciencia no está al alcance de todo el mundo. Mientras que la opinión sí tiene acceso a las masas con mayor facilidad. Por citar solo un ejemplo, debería resultar inadmisible que los niños conozcan antes la teoría de la conspiración sobre la Luna que la propia historia de la carrera espacial. La ciencia se basa en métodos al alcance de toda la comunidad científica y también de aquellos que dispongan de los instrumentos necesarios. Cualquier particular dotado de un telescopio o de un microscopio puede realizar sus propios descubrimientos y comprobar la veracidad de los resultados científicos. Cierto es que no todas las teorías están avaladas por todos los científicos, pero sí cuentan con el respaldo del método científico y disponen de los mecanismos para que otros científicos puedan refutar o corroborar esas hipótesis. Por el contrario, las opiniones son simples posturas basadas en experiencias propias, ideas previas o incluso supersticiones. En sentido estricto no son equivocaciones, sino apreciaciones parciales no rigurosas, que por tanto no deberemos darle mayor validez de la que tiene cualquier opinión. No olvidemos que todo el mundo tiene una opinión, pero no todo el mundo está capacitado para formular teorías o conclusiones científicas.

3 de septiembre de 2011

Asimilación y acomodación



Desde que nacemos disponemos de dos herramientas psicológicas de adaptación al entorno conocidas como asimilación y acomodación. La asimilación es la capacidad de transformar las estructuras cognitivas y conductuales del individuo para adaptarse al entorno. La acomodación es la capacidad del individuo para influir en el entorno social haciendo que los demás modifiquen su conducta para adaptarse al individuo. Son dos mecanismos complementarios e interdependientes que operan constantemente para equilibrar la capacidad de adaptación y la de transformación. Los seres humanos somos grandes transformadores del entorno físico y social, pero antes de modificar debemos aprender sus reglas, sus límites, sus secretos. Una vez aprehendemos la naturaleza de las cosas estamos en disposición de modificarla.