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14 de octubre de 2016

En qué consisten las ideas irracionales

Las ideas irracionales nos acechan cada día, estamos rodeados de ellas y sin darnos cuenta acabamos aceptando muchas de ellas sin ser conscientes del potencial dañino que tienen. La mayor parte proceden del entorno social, las creencias, los consejos, las instrucciones. Pero en ocasiones somos nosotros sus creadores, como las supersticiones, las metas imposibles o las profecías autocumplidas.
Las ideas irracionales se diferencian de las racionales en que no resisten un análisis objetivo siquiera superficial. Es decir, son fácilmente refutables mediante un simple enfoque racional. En general, suelen contener ser ideas finalistas o totales, tales como "el dinero trae la felicidad", "hay que tener éxito", etc. Esas ideas no contienen los matices que las harían racionales, como por ejemplo: cierta cantidad de dinero puede contribuir a la felicidad, aunque no siempre. O, el éxito depende de las metas que cada uno se propone y no es obligatorio alcanzarlo.
La terapia cognitiva nos ayuda a identificar y "confrontar" las ideas irracionales con sus pares racionales, para conducir la mente hacia un mayor control de los pensamientos y, por ende, hacia una mayor felicidad. Desprendernos de ideas que nos obligan a alcanzar metas imposibles o que nos presentan un futuro negativo contribuye a una mayor estabilidad y salud mental.

1 de agosto de 2016

Superar las adicciones con el poder mental

¿Se pueden superar las adicciones más fuertes exclusivamente con el poder mental? La respuesta a esta cuestión depende del tipo y del grado de profundidad de la adicción. Las adicciones que comportan una dependencia "química" -alcohol, drogas, estimulantes, barbitúricos, etc.- son más profundas que aquellas basadas exclusivamente en hábitos -comprar, juegos, etc.-. Por más que quieran vender métodos milagrosos para dejar una adicción, lo cierto es que en muchos casos es indispensable o muy recomendable la administración de medicamentos, bajo prescripción médica, para controlar los efectos de la reducción o supresión de la conducta adictiva.
Dicho lo cual, lo cierto es que todo empieza y todo acaba en la mente. Esto quiere decir que es la mente la que crea los espacios en los que se alojan las adicciones y también es la mente la que puede crear espacios alternativos a estas. Por consiguiente, el poder mental juega un papel indispensable en la lucha contra las adicciones. ¿Cómo podemos emplear la mente para reducir o eliminar las adicciones?
1. La primera acción mental que podemos poner en práctica es la racionalización. La clave de las adicciones radica en la promesa de recompensa. Esa recompensa actúa de forma inconsciente, mientras que los efectos perniciosos de las adicciones suele moverse en el terreno de la mente racional. Para la mente racional es muy difícil luchar contra las recompensas inconscientes. 
Para racionalizar una conducta adictiva podemos delimitar su alcance y, por ende, nuestros objetivos. Es decir, el consumo moderado de alcohol, el hábito de comprar, jugar al azar esporádicamente o fumar un cigarrillo eventualmente, no tenemos por qué considerarlos como adicciones. Es el grado de dependencia lo que establece la diferencia entre una costumbre y una adicción. Un ejemplo cristalino de racionalización lo tenemos en la distribución "racional" de las comidas a lo largo del día, en lugar de "picar entre horas".
2. La segunda acción mental que podemos emplear es la sustitución. Cuando una simple costumbre empieza a crecer dentro de nosotros, demandando mayores dosis con el paso del tiempo, debemos ponerle límites, por ejemplo, sustituyéndola por otra costumbre que nos proporcione una gratificación similar. Así, podemos sustituir el alcohol por otras bebidas no alcohólicas, el tabaco por dulces, o el juego por música. La sustitución debe ser progresiva, dejando que las nuevas costumbres "racionales" vayan desplazando a las adicciones, a la vez que nos proporcionan dosis de placer alternativo.
3. El entrenamiento mental es otra técnica que nos puede ser de utilidad para librarnos de nuestras adicciones. Este recurso consiste en "recrear" mentalmente escenas en las que mantenemos bajo control nuestras adicciones. Nuestra mente es la mejor "simulador" de la realidad que existe. De esta forma podemos ensayar mentalmente hábitos saludables nuevos, o aprender a controlar las antiguas adicciones simulándolas mentalmente.


4 de junio de 2016

El efecto Pigmalión

En Psicología se conoce como efecto Pigmalión a la influencia que tiene sobre los logros del individuo la creencia de las demás personas. Es lo que se conoce también como "profecía autocumplida". Como seres sociales que somos, tendemos a cumplir las expectativas que nuestro entorno social tiene sobre nosotros, tanto en sentido positivo como negativo. De ahí el peligro de imponer "etiquetas" negativas, especialmente sobre niños o adolescentes que están en fase de consolidación de su personalidad.
Esta influencia tiene importantes repercusiones en la motivación extrínseca, la que procede del exterior al individuo, a la hora de plantearse metas. Las personas que perciben expectativas positivas en su entorno tienden a 'programarse' inconscientemente la consecución de objetivos más ambiciosos y más numerosos. Mientras, al contrario, quienes reciben mensajes negativos sobre sus capacidades de logro, también tienden a 'programarse' mentalmente para conseguir menos objetivos y menos difíciles.
Este efecto, como todo en Psicología, no afecta a todo el mundo, ni lo hace en la misma medida. Podría recopilarse una enciclopedia con los logros de personas en quienes nadie confiaba y, a la vez, sobre tropiezos de personas cuyo entorno esperaba todo de ellas. Esto, claro, depende de factores como la edad y la personalidad. En general, los niños son más vulnerables a las expectativas de las personas de su entorno, especialmente familias y escuela, que es donde se forman sus vínculos afectivos. Así mismo, el rasgo de la personalidad que expone más al individuo a la presión externa es el locus de control externo, que se traduce en una tendencia a la motivación extrínseca.