Social Icons

.

24 de octubre de 2012

Los hemisferios cerebrales

Los hemisferios cerebrales son las dos grandes partes en que se divide el cerebro. Los dos hemisferios se encuentran conectados por medio del cuerpo calloso, que está formado por los axones de las neuronas. Cada hemisferio controla los movimientos del lado opuesto del cuerpo, debido a que las fibras de la vía corticoespinal se cruzan a la altura del bulbo raquídeo, en lo que se conoce como decusación piramidal. Además de controlar el movimiento del cuerpo, cada hemisferio se encuentra asociado al control de determinadas funciones cognitivas superiores. 
El hemisferio izquierdo se considera la zona de predominio analítico, desde donde se ejerce la mayor parte de funciones relacionadas con el lenguaje. En este hemisferio destacan el Área de Broca, relacionada con la producción del habla y el Área de Wernicke, vinculada a la decodificación auditiva del lenguaje. En suma, el hemisferio izquierdo se relaciona con la visión analítica de la realidad, centrada en el lenguaje y los detalles sutiles.
El hemisferio derecho por su parte está asociado a la inteligencia espacial, la percepción global de la realidad y la producción y comprensión artísticas. Por lo que este hemisferio domina las funciones sintéticas de la cognición.
Esta diferenciación entre los hemisferios cerebrales es una característica eminentemente humana y está asociada a las funciones intelectivas superiores, como el lenguaje. Cada persona tiene un predominio mayor de uno de sus hemisferios, asociado tanto a factores hereditarios como al aprendizaje en las primeras etapas de la vida.
En la realización de la mayor parte de tareas, ambos hemisferios actúan de forma coordinada, por lo que es improbable la actividad aislada de un hemisferio. Por ejemplo, en la producción musical, el hemisferio izquierdo se ocupa de la discriminación auditiva de las notas aisladas, mientras el derecho se encarga de percibir la armonía y el efecto global de la pieza.

6 de octubre de 2012

Otras formas de ver

Desde la infancia se enseña a contemplar el mundo fijándonos en lo concreto, lo tangible, en aquello formado por materia visible, como los sólidos o los líquidos. Es un proceso de aprendizaje inconsciente, tanto por parte de los adultos como de los niños, por medio del cual anulan toda posibilidad de visionar más allá de los objetos tangibles, las personas, los muebles, los árboles. Sin embargo, hay mucho más que ver, pero mucha gente se lo pierde por no haber aprendido a contemplarlo. 
Existen otras formas de ver la realidad además de la simple observación concreta. Podemos citar algunos ejemplos como la visión nocturna, que tarda más de media hora en alcanzar su máximo rendimiento y nos permite ver en la oscuridad con una cantidad mínima de luz. También podemos citar la visión de los pintores, cuando entrecierran los ojos para enfocar de forma diferente la imagen que están proyectando sobre su lienzo. También podemos referirnos a la visión hipnótica, cuando nos fijamos en un objeto fijamente hasta que el entorno comienza a difuminarse. 
Pero queremos incidir en este caso en un tipo de visión relacionado con algunos de los anteriores tipos. Sucede en entornos de escasa luminosidad, en presencia de otras personas y en estado de relajación. Situación similar a la que se reproduce durante la oración en los templos de cualquier religión. El ojo es capaz de apreciar algo similar a una emisión vaporosa procedente fundamentalmente del resto de personas. No debemos entender esto como una emisión luminosa. Las personas y los seres vivos no emiten luz. Evidentemente, si la emitieran serían visibles en la oscuridad. Lo que los seres vivos emiten son otro tipo de ondas no visibles para el ojo humano, pero que influyen sutilmente en el entorno que rodea los cuerpos, de tal forma que se puede apreciar ese efecto en determinadas circunstancias como las mencionadas.
Algunos tratados se refieren a esta emisión como 'aura'. El aura sería el área de influencia que rodea a los cuerpos. Para apreciar esta sutil emisión se debe elegir un espacio relajado, escasamente iluminado y donde el resto de personas se encuentren más o menos estáticas y relajadas. También ayuda que el color de las paredes y el techo sean de colores oscuros. Debemos apuntar nuestra mirada hacia las demás personas sin fijar la vista en sus cuerpos, mirando más allá, hacia el fondo de la estancia. Nuestra mirada debe estar 'perdida', relajada, sin fijarse en ningún objeto. Al contrario, se debe dejar que vague libre por la estancia. Si lo hacemos bien observaremos ese vaho sutil que nos rodea.


2 de octubre de 2012

Mapa de la ruta evolutiva del hombre

En el mapa aparece la ruta seguida por el hombre en su evolución a lo largo de millones de años, durante los cuales, distintas especies surgieron y desaparecieron en función de su grado de adaptación. La especie humana solo es una de ellas, descendiente de otras, que ha ido sorteando los obstáculos que muchas se han encontrado por el camino.