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15 de febrero de 2014

Las claves de la meditación: dentro-fuera

La meditación está tan extendida en oriente, como ignorada en occidente. Se trata de una técnica de introspección en busca del equilibrio físico, que se practica en situaciones y lugares apacibles, silenciosos y alejados de cualesquiera estímulos externos. Ésta y no otra es la clave de la meditación. La diferencia entre el exterior y el interior del individuo.
En otra entrada repasábamos los sentidos del cuerpo humano, decíamos que, además de los cinco archiconocidos sentidos, también tenemos el sentido del equilibrio y la posición corporal, gobernado por el sistema vestibular. Estos seis sentidos forman el sistema exteroceptivo, encargado de recoger información del exterior para que el cerebro la interprete. Pero, además de ese conjunto de sentidos, también tenemos otros que nos proporcionan información sobre el interior del organismo, los cuales forman el sistema propioceptivo. La vida occidental se caracteriza por estar basada en la información visual y auditiva, y por otros sentidos externos en menor medida. Lo cual hace que nuestro cerebro esté "especializado" en procesar información exterior, como la procedente de la televisión, los libros o los lugares de trabajo. Si sumáramos el tiempo dedicado por un individuo medio a la información procedente de su cuerpo, el resultado sería próximo a cero. Casi nadie presta atención a los miles de mensajes que envía su cuerpo, salvo cuando ya es demasiado tarde y estos mensajes vienen en forma de dolor.
Cuando centramos nuestra atención en la información exterior, estamos obviando la interior. Como el cerebro no está capacitado para procesar información procedente de ambos orígenes, estamos transmitiendo a nuestro cerebro el mensaje de que es más importante lo que sucede fuera que lo que sucede dentro. 
La clave de la meditación se basa en volver la atención mental hacia el interior del individuo, en lugar de hacerlo hacia el entorno. Suprimiendo los estímulos ambientales favorecemos el proceso de concentración y podemos "escuchar" al cuerpo, atender los mensajes que nos tiene que decir para que el equilibrio se mantenga. Meditar consiste en prestar atención a todas esas sensaciones, percepciones o tensiones internas, que nos informan del estado de nuestro cuerpo.

3 de febrero de 2014

Una buena muerte como premio a una buena vida

En otras entradas hemos abordado algunas formas de vencer el miedo a la muerte, comprendiendo mejor el fenómeno de la vida o aproximándonos a la muerte a través de la meditación. En esta publicación queremos abundar en esta materia, explicando que la muerte puede ser una experiencia placentera si constituye la etapa final de una buena vida.
En primer lugar, si construimos la vida en torno al miedo a la muerte estaremos cometiendo dos errores: no disfrutar de la vida y no comprender la muerte. En otra entrada dijimos que el miedo a la muerte era consecuencia de una vida materialista, en la que se presupone que no habrá tiempo suficiente para realizar todo lo que se quiere. También dijimos que es una idea equivocada, porque la felicidad no está unida a la acumulación de riqueza o placeres. La vida tiene que ser una proyección de las capacidades personales para contribuir a mejorar el mundo y la vida de los que nos rodean. Si mejoramos nuestro entorno natural y social durante nuestra vida, el entorno nos devolverá el favor cuando estemos próximos a la muerte.
En segundo lugar, una buena muerte no es una experiencia dramática que surge espontáneamente, sino un proceso que comienza años antes, durante el envejecimiento. A lo largo de la vida nutrimos nuestro entorno con nuestra energía. El proceso de envejecimiento es una fase de cosecha, en la que ya no aportamos tanta energía al entorno, sino que disfrutamos de los frutos que hemos sembrado durante la vida. Hacia los últimos años el cuerpo se va desprendiendo definitivamente de toda la energía y el cuerpo se va debilitando. Pero esta experiencia no ha de ser un drama si se ha disfrutado de una buena vida en la que se ha contribuido a mejorar el mundo. Al contrario, ese debilitamiento es similar al sueño que nos vence al acercarse la noche tras un día productivo. Las personas a las que hemos enriquecido con nuestra energía durante la vida, ahora nos proporcionan un entorno agradable en los últimos años de nuestra vida. Poco a poco nos vamos sumergiendo en un sueño placentero, en el que nuestra consciencia se va diluyendo. Cuando llega el apagado final no existe drama, porque no existe consciencia. Por eso es absurdo temer a la muerte al final de la vida, si se ha practicado una vida productiva y enriquecedora.