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20 de febrero de 2015

El pensamiento lateral

El pensamiento lateral es una forma de resolución de problemas creativa. El término fue acuñado por Edward de Bono en 1967, para hacer referencia a las formas indirectas de resolver problemas. La mayoría de personas se enfrentan a los problemas cotidianos de una forma aprendida e inconsciente. En la infancia disponemos de un gran repertorio de estrategias de acción, pero con el tiempo nos vamos apoyando en las que vemos en nuestro entorno y olvidamos las demás. La mayor parte de las estrategias que empleamos en la edad adulta están encaminadas a hacernos perder el menor tiempo y energía en su despliegue, de tal forma que recurrimos a las técnicas que tenemos aprendidas. Podemos decir que se trata de estrategias basadas en el pensamiento lineal. Es decir, cada obstáculo nos conduce a una acción determinada.
El pensamiento lateral supone un regreso a las técnicas de la infancia. En este caso, cada obstáculo nos abre un abanico amplio de soluciones y elegimos la que previsiblemente puede resolver mejor el problema. Esta forma de afrontar las dificultades conduce a solucionar tanto problemas cotidianos que se nos resistían como a realizar descubrimientos científicos y a crear ingenios tecnológicos.

17 de febrero de 2015

El Experimento de la Cárcel de Stanford

El Experimento de la Cárcel de Stanford se llevó a cabo en 1971 para evaluar la crueldad humana en un entorno controlado. El equipo de investigadores estaba dirigido por Philip Zimbardo, de la Universidad Stanford, California. La prueba consistía en asignar a un grupo de veinticuatro voluntarios de forma aleatoria los roles de prisionero y guardia, para comprobar si la asunción de un determinado rol conllevaba una conducta determinada. El experimento se descontroló y tuvo que ser cancelado a la semana siguiente, debido a la violencia que llegaron a adoptar los voluntarios. Y ello a pesar de que los voluntarios fueron elegidos entre los más estables mentalmente, todos con estudios universitarios, de clase media y piel blanca.

12 de febrero de 2015

Alcanzar el control emocional

Está demostrado que el éxito en la vida depende más de un adecuado control emocional que del nivel intelectual. Es decir, una inteligencia superior por sí misma no garantiza el éxito; en cambio, el control emocional, o inteligencia emocional, sí puede garantizarlo, al margen de la inteligencia.
Las emociones fueron las grandes olvidadas por el Racionalismo y la Ilustración, que priorizaban el razonamiento frío, despojado de cualquier atisbo emocional. Durante siglos, han permanecido en el ostracismo de la intimidad o bajo severa represión. Se consideraba que las emociones eran más propias del mundo animal, por lo que había que hacer todo lo posible por erradicarlas de nuestra conducta cotidiana. Llorar, reír sin control, enfadarse o atemorizarse eran conductas reprobadas socialmente. Además, existía la creencia de que las emociones eran estallidos espontáneos que no obedecían a ningún tipo de control por parte de la mente racional.
No ha sido hasta bien avanzado el siglo XX cuando comenzó a darse la importancia que tenían las emociones para nuestra salud mental y nuestro éxito en la vida. Entonces ¿cómo se alcanza el control de nuestras emociones?
El primer paso consiste en la identificación, en poner nombre a la sensación que estamos experimentando: miedo, ira, alegría, envidia, tristeza, alegría, pasión. El siguiente paso es no dejarse arrastrar por esa sensación. Existe un equilibrio entre la supresión emocional total y el descontrol emocional. Esto es, hay que vivir las emociones, pero no dejar que nos dirijan. Y por último, hay que aprender qué quieren decir esas emociones, porque son nuestros mejores asesores conductuales. 
Las emociones nos ayudan a obrar en sociedad. Nos dicen cuándo debemos ayudar a otras personas, cuándo debemos desconfiar de ellas o cuándo alejarnos de una situación peligrosa. Es decir, lo importante de las emociones no es su expresión física, sino el acto que nos inducen en cada ocasión. Llorar por alguien que sufre no lo ayuda, pero prestarle nuestra ayuda, movidos por una emoción sí lo ayuda.