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27 de abril de 2009

La vida en grupo


Tal vez te hayas preguntado por qué motivo sentimos la necesidad de pertenecer a un grupo. Acaso no sería mejor constituirnos en seres solitarios independientes y libres. La realidad muestra que no. Rotundamente no. Preferimos vivir en pareja, salir en grupo, pertenecer a asociaciones, partidos, empresas, pandillas, agrupaciones, etc. ¿Por qué? El ser humano es un ser social que necesita de sus semejantes desde que nace hasta que muere. Un ser humano que crezca sin contacto con otros seres humanos apenas lograría aprender a conseguir alimento, a cobijarse de la intemperie y a huir de peligros. Somos como somos gracias a la educación que recibimos, a la influencia cultural que nos transmiten. Sólo esa influencia nos aleja de otras especies. A pesar de los indudables inconvenientes que conlleva, el ser humano ha optado rotundamente por la convivencia grupal. Y esto es por las muchas ventajas que reporta la socialización. Un grupo, al margen de cuál sea su tamaño, proporciona seguridad, fuerza, coordinación de trabajos, suma de conocimientos y, sobre todo, orientación cognitiva. Esta orientación se basa en la capacidad de emulación, en reconocer como correcto aquello que hacen normalmente nuestros semejantes. Aquello que hace nuestro grupo. Esa orientación nos concede un mínimo de garantías a la hora de tomar decisiones, pues nos vemos reflejados en nuestros semejantes y sabemos que su éxito garantiza el nuestro, que adoptando sus decisiones, tendremos éxito. En definitiva, vivir de forma social nos permite desenvolvernos con mayores garantías de éxito que de forma individual. Los grupos nos proporcionan un sendero de la realidad por el que podemos caminar sin temor.

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