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16 de agosto de 2011

Verdades y mentiras sobre el uso del polígrafo



Últimamente asistimos al uso de pruebas poligráficas como espectáculo circense en infames programas televisivos, donde personajes de baja ralea intentan demostrar la veracidad de sus entuertos amorosos. Pero ¿es fiable el uso de este artefacto para demostrar la veracidad de un testimonio? Para empezar habría que dejar de llamar al polígrafo como máquina de la verdad, pues la verdad es una versión objetiva de la realidad basada fundamentalmente en el consenso. Ninguna máquina puede demostrar verdad alguna a través de testimonios individuales. El polígrafo registra varios parámetros físiológicos como la presión sanguínea, el pulso cardiaco o la frecuencai respiratoria. Cuando una persona miente esos parámetros se alteran de una forma determinada y un especialista puede interpretar esos datos y decir si el individuo miente o no. Por eso habría que llamar al aparato como máquina de la sinceridad, no de la verdad. Sin embargo, el uso de estas pruebas no está admitido como prueba judicial en muchos países, como España, porque presenta dos tipos de errores de lectura. El primero es el "falso inocente", sucede cuando una persona miente de forma sistemática de tal forma que acaba creyéndose sus propias mentiras. En la prueba poligráfica aparecerá como inocente, pese a estar mintiendo. El segundo error es el "falso culpable", que se da cuando una persona se muestra tan nerviosa ante las preguntas o siente algún tipo de culpabilidad, en cuyas pruebas aparecerá como que está mintiendo aunque esté diciendo la verdad. Por tanto, el uso de este aparato no es determinante para esclarecer un hecho aislado, especialmente si no se conoce a la persona. Sin embargo, sí es una herramienta útil en psicología para conocer rasgos de la personalidad humana, combinando su uso con otras pruebas.

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