Decía Aristóteles "El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona". Nada es más díficil en nuestras sociedades industriales competitivas que reconocer el error. No hay espacio para el fracaso y parece mejor opción obstinarse en el error que reconocerlo. Los errores se suelen atribuir a las personas en singular, produciéndoles frustración y complejos. En el mundo de la sabiduría no hay espacio para la obstinación y sí para la duda y la rectificación. Reconocer un error nos acerca a la sabiduría, negarlo nos aleja. En otras sociedades, los errores forman parte del proceso de aprendizaje, por lo que no se consideran como errores sino como lecciones aprendidas.
Los hombres que detestan el machismo
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Cada día hay más hombres que se suman al rechazo hacia el machismo, tanto
por su empatía hacia quienes consideran sus iguales como por el desdén
hacia un ...
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