Un reciente estudio en Dinamarca y Suecia ha puesto de manifiesto que el ejercicio físico puede influir en la secuencia genética del ADN de las células musculares. Es un descubrimiento de una gran transcendencia, porque recupera en buena medida las tesis de Jean Baptiste Lamarck, quien defendía que el ambiente influía en la herencia. Hasta el momento esa teoría se había descartado en pos de la selección natural. Es decir, se mantenía la influencia del entorno en la herencia exclusivamente por la vía de la supervivencia de los mejor adaptados. Los cuales sobrevivían para dejar descendencia y perpetuar esas cualidades que los hacían mejor adaptados. Por tanto se trata de una forma de adaptación a muy largo plazo, que requiere de innumerables generaciones para que un rasgo físico o fisiológico se consolide en la especie. Sin embargo, la herencia lamarckiana defendía la capacidad del organismo para transmitir por vía hereditaria las modificaciones que el entorno ejerce sobre el individuo. Está claro que no todas las modificaciones influyen de la misma forma. Pensemos en el oscurecimiento de la piel por la exposición al sol y en cómo esa característica no pasa automáticamente a los descendientes. Pero no obstante, este descubrimiento abre las puertas a un campo de investigación inmenso y con unas repercusiones en el conocimiento de nuestra especie muy profundas. Si se amplía este conocimiento nuestra especie estará en vías de introducir modificaciones que nos hagan más resistentes al entorno y, por tanto, de transmitir esa información por vía genética a nuestros descendientes.
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