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12 de febrero de 2015

Alcanzar el control emocional

Está demostrado que el éxito en la vida depende más de un adecuado control emocional que del nivel intelectual. Es decir, una inteligencia superior por sí misma no garantiza el éxito; en cambio, el control emocional, o inteligencia emocional, sí puede garantizarlo, al margen de la inteligencia.
Las emociones fueron las grandes olvidadas por el Racionalismo y la Ilustración, que priorizaban el razonamiento frío, despojado de cualquier atisbo emocional. Durante siglos, han permanecido en el ostracismo de la intimidad o bajo severa represión. Se consideraba que las emociones eran más propias del mundo animal, por lo que había que hacer todo lo posible por erradicarlas de nuestra conducta cotidiana. Llorar, reír sin control, enfadarse o atemorizarse eran conductas reprobadas socialmente. Además, existía la creencia de que las emociones eran estallidos espontáneos que no obedecían a ningún tipo de control por parte de la mente racional.
No ha sido hasta bien avanzado el siglo XX cuando comenzó a darse la importancia que tenían las emociones para nuestra salud mental y nuestro éxito en la vida. Entonces ¿cómo se alcanza el control de nuestras emociones?
El primer paso consiste en la identificación, en poner nombre a la sensación que estamos experimentando: miedo, ira, alegría, envidia, tristeza, alegría, pasión. El siguiente paso es no dejarse arrastrar por esa sensación. Existe un equilibrio entre la supresión emocional total y el descontrol emocional. Esto es, hay que vivir las emociones, pero no dejar que nos dirijan. Y por último, hay que aprender qué quieren decir esas emociones, porque son nuestros mejores asesores conductuales. 
Las emociones nos ayudan a obrar en sociedad. Nos dicen cuándo debemos ayudar a otras personas, cuándo debemos desconfiar de ellas o cuándo alejarnos de una situación peligrosa. Es decir, lo importante de las emociones no es su expresión física, sino el acto que nos inducen en cada ocasión. Llorar por alguien que sufre no lo ayuda, pero prestarle nuestra ayuda, movidos por una emoción sí lo ayuda.

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