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15 de junio de 2010

Teorías de la conspiración



Las hay de todos los colores, sabores y olores. Desde las que defienden que la llegada del hombre a La Luna es un montaje hasta aquellas que sostienen que hay un gobierno mundial en la sombra que quiere esclavizar a todo el mundo, convertirlo en una suerte de robots, con microchips implantados. Las teorías de la conspiración, muchas de ellas contradictorias entre sí, suelen formarse en torno acontecimientos de gran impacto histórico como magnicidios, atentados de gran repercusión, grandes logros científicos o cualquier fenómeno de origen incierto. No entraremos a tratar de descifrar su veracidad o su falsedad, pues algunos episodios pueden permanecer opacos durante décadas, aunque sí barruntamos que algunos de sus postulados sí pueden ser ciertos, mas no por ello otorgan autenticidad a la teoría en su conjunto. Lo que sí veremos son algunos aspectos sobre los motivos de su origen y la facilidad que tienen para ser propagados.
Normalmente, las teorías de la conspiración suelen partir de fenómenos transcendentes, que cambian de alguna forma el curso de la historia pero cuyos detalles no son percibidos directamente por el gran público. Suelen basarse en postulados racionales creíbles, aunque normalmente falsos, capaces de desafiar a la realidad. 
Pero aún falta un ingrediente más para formarse estas teorías y es que las personas no dispongan de información de primera mano; es decir, que no puedan ver con sus propios ojos la realidad que se les presenta como cierta.
Pongamos como ejemplo la teoría de la conspiración sobre la falsa llegada del hombre a La Luna. Fue un fenómeno que cambió el equilibrio de poder simbólico entre el bloque occidental y el bloque soviético a favor del primero. Además fue un logro científico de primer orden. Esos son ingredientes indispensables para que la mente humana se dispare y se cuestione si todo aquello es cierto. A priori, la versión de que todo fue una especie de videoclip grabado en el desierto, parece más asequible para la mente humana, por ello, quienes no viven directamente el episodio dudan de su veracidad.
Estas teorías cuentan con gran respaldo si tras ellas se posicionan personas con algún tipo de prestigio o experiencia académica y encuentran su caldo de cultivo entre personas inteligentes, curiosas, ávidas de conocer la realidad y que por distintos motivos no tienen acceso a la información científica o histórica formal y encuentran el alivio a sus incertidumbres en estas teorías falsas pero racionalmente bien construidas. Podríamos añadir algún ingrediente extra a esta receta. Uno es la tendencia del hombre a hacerse con información que nadie posee y disponer de ella antes que el común, lo cual puede llevar a muchos a difundir una noticia dándola por válida con tal de ser el primero en hacerlo. Otro ingrediente más suele ser el tener personas influyentes en el entorno que dan crédito a estas teorías, lo cual hará que cobren mayor relevancia. Y por último, lo que en psicología se llama Sesgo de Confirmación, que no es otra cosa que la tendencia a buscar sólo aquella información que confirma lo que creemos saber y a rechazar aquella otra que la refuta.
Para terminar, cabe una última reflexión. ¿Tienen alguna utilidad las teorías de la conspiración? Aparte de enriquecer a algunos autores vendiendo sus postulados en forma de literatura o documentales, se puede extraer una parte positiva de todo este entramado de teorías y es que constituyen un elemento de presión a favor de que la información fluya desde los centros de poder hasta el público general. La gente quiere saber la verdad y no está dispuesta a que quede en manos de unos pocos privilegiados, por tanto, si quedan detalles ocultos de la realidad deben ser sacados a la luz por aquellos que disponen de la información cierta.

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