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25 de febrero de 2011

La enfermedad como último recurso



Nadie quiere estar enfermo. Esta afirmación parece indiscutible, sin embargo, enfermamos. Y lo que es más extraño aún. Personas que aparentan llevar una vida sana, lejos de factores de riesgo y elementos perjudiciales, de pronto, enferman. Después de millones de años de evolución el hombre está dotado de múltiples sistemas que protegen su organismo de infecciones y agresiones de todo tipo. Sin embargo, enfermamos. ¿Qué sucede? Deberíamos volver al principio y preguntarnos si la primera afirmación es tan incuestionable como parece. ¿Nadie quiere estar enfermo? En circunstancias normales probablemente no. Pero ¿y si esas circunstancias cambian? ¿Preferiremos seguir sanos y enfrentarnos a la adversidad? Si una enfermedad nos impide enfrentarnos a una dura prueba, un trabajo tedioso, un enfrentamiento seguro, una bronca, un examen, etc. ¿seguiremos prefiriendo la salud? Muchas personas preferirán enfermar.
Ahora bien, ¿se puede enfermar de forma consciente? Pues en realidad todo sucede de forma inconsciente e indirecta. Cuando se aproxima una dura prueba como las mencionadas, la mente entra en una especie de obsesión que le impide pensar en otra cosa que no sea esa prueba. Dependiendo del tipo de personalidad afrontará ese problema con optimismo o pesimismo. El pesimismo hará que la mente quede confinada en una espiral de autodestrucción, en la que todas las expectativas son funestas. Esta situación desencadenará lo que se conoce como estrés. Y será el estrés el que haga enfermar a la persona. En estado de estrés, todo el sistema inmunitario se vuelve vulnerable y expone al individuo a cualquier patología oportunista. Habremos conseguido lo que queríamos; estar enfermos y esquivar la situación que queríamos evitar. Por tanto, quien desee la salud por encima de todo debe disponer todos los medios mentales y físicos para enfrentarse a las pruebas que la vida nos pone, o que nosotros nos ponemos, y superarlas con éxito.

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