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4 de mayo de 2011

Vencer los miedos irracionales



Los miedos se vencen con la acción, enfrentándose a ellos. Esa es la norma general. La mayor parte de los miedos obedecen a patrones heredados por vía genética que en nuestro pasado evolutivo desempeñaron el importante papel de mantenernos lejos de peligros. Hoy, cuando la mayor parte de los peligros están bajo control, nuestros miedos se disparan de forma innecesaria ante amenazas insignificantes. Estas situaciones nos conducen hacia el estrés, que no es otra cosa que la configuración del organismo bajo amenaza. Sin embargo, pese al origen genético de esos patrones conductuales, podemos adaptar nuestras percepciones y nuestras percepciones con una adecuada educación desde la infancia, que nos enseñe qué elementos constituyen verdaderos peligros y cuáles no. En la edad adulta se puede recurrir a la asimilación por medio de la acción. De todos es sabido que el miedo que sentimos al enfrentarnos a determinadas situaciones por primera vez a ellas, va desvaneciéndose con el tiempo. Ya se trate de hablar en público, saltar de un avión en paracaídas, sostener una tarántula en la mano o confesar algo de lo que nos avergonzamos. En todos los casos se pierde el miedo enfrentándose directamente a la situación manteniendo ciertas medidas de control para no fracasar y caer en un pánico irreversible. Se puede comenzar por aproximaciones prudentes, situaciones virtualmente similares a las que queremos enfrentar, hasta que nos demos cuenta de que son asequibles y podamos acometer el desafío final. Solo en los casos patológicos habría que recurrir a terapias conductuales, en las que un médico o psicólogo nos guía para enfrentarnos al miedo irracional de forma controlada. Pero en la mayor parte de los retos bastará con una buena dosis de voluntad y prudencia para acercarse al objeto de nuestros miedos y vencerlo, pues se trata, al fin y al cabo, de algo que está en nuestro interior.

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