Existe una versión reduccionista de la ciencia que considera que todo los seres vivientes son poco más que difusores del código genético sobre la Tierra. Esta postura viene a defender que estamos dirigidos por el código genético, el cual nos obliga a reproducirnos para crear más copias de sí mismo y extenderse por el planeta. Existe la posibilidad de que el ADN o un antecesor suyo más simple ya se reprodujese antes de la aparición de los primeros seres unicelulares, lo cual vendría a confirmar esta teoría. Los seres unicelulares habrían supuesto un avance en la capacidad de reproducción del ADN y a su vez, los pluricelulares habrían ampliado esa ventaja. Si damos por hecho que todas las especies salvo, en parte, el homo sapiens están dirigidos básicamente por patrones hereditarios hemos de reconocer que esta teoría tiene un soporte considerable. Quedaría por entender el papel que juega el Hombre en este juego reproductivo, pues es la primera especie que puede renunciar a sus instintos reproductivos y limitar, por ende, la difusión de copias genéticas sobre la Tierra. Esta teoría deja algunas preguntas sin responder, como la influencia del entorno natural, el mencionado papel de la consciencia humana o el propio origen del código genético. Si el código genético ejerce su tiranía sobre las especies naturales que lo difunden por el planeta, ¿quién o qué ejerció dicha tiranía sobre el propio código para que se reprodujera en el principio de los tiempos? Ya respondimos parcialmente a esta pregunta en otra entrada, en el sentido de que la vida es una propiedad de la energía que forma el Universo, la cual tiende a organizarse en formas progresivamente más complejas, incluyendo la vida, la consciencia y la tecnología.
Los hombres que detestan el machismo
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