A veces, la mejor medicina no es aquella que se toma sino todo aquello que se deja de consumir. A veces nos encontramos con la salud por los suelos, con cansancio, dolores, angustia, apatía, etc. No sabemos qué nos sucede y buscamos la solución en la medicina. Tomamos analgésicos, calmantes, antidepresivos o ansiolíticos, intentando paliar el mal que nos aqueja, pero quizá la solución no esté en añadir un nuevo producto al cuerpo. Pues tal vez solo añadamos un nuevo problema del que luego debamos recuperarnos. En lugar de emprender una espirar de añadidos a nuestra vida, quizá solo debamos sustraer elementos. Antes de añadir ningún medicamento, ningún elemento exógeno debemos preguntarnos qué es lo que nos sobra. ¿Fumamos, bebemos en exceso, tomamos drogas, barbitúricos, disgustos, preocupaciones, estrés, ansiedad...? ¿Qué sobra en nuestra vida? Es la pregunta que debemos hacernos. Si encontramos la respuesta encontraremos la solución a la mayoría de nuestros problemas. Los medicamentos no son un problema en sí mismos sino, más bien, una mala solución a un problema anterior. No acabaremos con un problema tapándolo con el manto silenciador de las medicinas. Tal vez en situaciones extremas no quede más remedio que recurrir a ellos, pero siempre acompañándolos de una reflexión profunda que nos lleve a encontrar el origen de nuestros verdaderos problemas.
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