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24 de abril de 2012

Las fronteras de la vida

La frontera entre lo vivo y lo inerte es difusa. Tan difusa que se hace difícil determinar con precisión a qué lado de esa frontera situar determinados elementos. ¿Está muerto un animal cuando su cerebro acaba de morir, pero sus células aún siguen vivas? ¿Está muerto un virus informático que nace, se reproduce infectando computadoras y muere atacado por antivirus? ¿Está vivo un virus capaz de permanecer en estado latente durante largo tiempo, sin modificar su estructura, sin interactuar, sin tener ninguna actividad física? ¿Está muerto un robot dotado de inteligencia artificial? Es difícil establecer una frontera clara entre lo inerte y lo vivo porque son propiedades continuas de la materia. Es difícil porque nuestro cerebro comprende mejor las categorizaciones dicotómicas que le ayudaron a evolucionar, peligroso-inocuo, tóxico-comestible, lucha-huida, etc. Esas categorizaciones que antaño nos ayudaron, hoy limitan nuestra capacidad de comprender un universo en el que todo es continuo. La energía evoluciona hacia materia, la materia evoluciona hacia la vida, la vida hacia la consciencia y la consciencia hacia la tecnología. Y todo ello en un proceso sin solución de continuidad. La energía universal tiene la potencialidad de evolucionar hacia formas complejas de organización. El fuego, la tierra, el agua, la vida, el ser humano, no son más que formas complejas de organización de la energía universal.

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