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24 de septiembre de 2012

¿Se puede adelgazar con la mente?

En algunos manuales de autoayuda se transmite la idea de que es posible adelgazar simplemente deseándolo con intensidad. ¿Hay algo de cierto en esta afirmación? Lo que suele suceder con estos textos es que no explican cómo se debe proceder ni por qué se produce el fenómeno. Lo cierto es que existen varios mecanismos mentales capaces de influir en el cuerpo de forma favorable para adelgazar o para otros procesos. Sin embargo, esto no sucederá de una forma simple por desearlo si no actuamos en consecuencia. El deseo debe ser el primer paso, pero no el único ni el último que demos hacia la consecución de nuestro anhelo.
El estado de la mente y el cuerpo antiguamente se creían universos separados, pero en la actualidad se conoce abundantes patologías conocidas como psicosomáticas, que son aquellas que la mente proyecta sobre el cuerpo. La mente puede inducir estados como el estrés, que consumen abundantes recursos energéticos del organismo y que, por ende, pueden producir el adelgazamiento que mucha gente desea. No obstante, ese estado tiene otros efectos nocivos tanto para la mente como para el cuerpo. Con un adecuado entrenemiento mental se puede producir un estado de agitación que acelere el metabolismo y contribuya al consumo de calorías. Determinados pensamientos activos son capaces de producir esa aceleración, como aquellos en los que el sujeto se imagina combatiendo, compitiendo en un deporte, actuando ante el público, etc. Por tanto, este sería uno de los mecanismos para adelgazar con la mente.
Otro efecto, probablemente no deseado, de determinados pensamientos estresantes es la inflamación de algunos tramos intestinales, que producen patologías como colitis o gastroenteritis. Cuando el sujeto ingiere alimentos consciente de que está abusando o que le pueden sentar mal, es bastante probable que termine con una de estas patologías, cuya finalidad es evacuar con rapidez el tubo digestivo y prevenir la introducción de elementos tóxicos o infecciosos en el organismo. Por tanto, este sería otro mecanismo, poco agradable, mediante el cual se puede disminuir la admisión de calorías procedentes de los alimentos que ingerimos.
Por último, los deseos adecuadamente estructurados y consolidados coadyuvan a programar de forma eficaz la mente, de tal forma que el sujeto modifica su conducta, adquiere hábitos nuevos y se desprende de otros anteriores. Esa modificación conductual puede derivar en hábitos más saludables mediante los cuales mejore la alimentación e incremente la actividad física sin que ello suponga un trauma.
Como vemos, adelgazar con la mente no es una quimera, sino una posibilidad abierta para quien quiera educar su mente de forma adecuada.

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