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13 de octubre de 2013

El Experimento Milgram sobre obediencia a la autoridad

El Experimento Milgram es un clásico de la psicología social, llevado a cabo por Stanley Milgram, de la Universidad de Yale (Conneticut, EE.UU.), en el año 1963 para estudiar los efectos de la obediencia a la autoridad. El experimento intentaba probar si los sujetos se guiaban más por su propia conciencia o si lo hacían por obediencia a una autoridad, con la intención de comprender el origen de la crueldad demostrada por muchos miembros del nazismo alemán contra los judíos.
El estudio se realizó con voluntarios incentivados económicamente, que desconocían el verdadero propósito del experimento. La prueba consistía en situar al voluntario en una sala junto al investigador y a un cómplice de este al otro lado de una mampara de cristal. El voluntario creía que el cómplice era otro voluntario y que los roles habían sido determinados por sorteo. El voluntario ejercía el papel de "maestro", mientras el cómplice del investigador era el "alumno". El alumno estaba conectado a un aparato que aplicaba descargas eléctricas. Se trataba de averiguar si el "maestro" aplicaba esas descargas dolorosas hasta el umbral en que el cómplice mostraba dolor o si lo prolongaba hasta que el investigador, en su función de autoridad, le pedía que lo hiciera. En realidad, el cómplice no recibía esas descargas, solo fingía el dolor.
Las pruebas demostraron que muchas personas prolongaban el dolor de las víctimas si la autoridad se lo pedía, aún cuando las víctimas suplicaban que cesara el dolor. Mediante este experimento quedó acreditado el poder de la autoridad a la hora de ejercer la crueldad contra otros seres humanos. Si bien, los resultados de la prueba, como todos los experimentos de laboratorio, habría que considerarlos dentro de su contexto. Al fin y al cabo, se trataba de una prueba artificial en un entorno artificial, donde los voluntarios debían de suponer que todo estaba controlado y que el dolor era relativo. También era posible que muchos detectaran el fingimiento de sus víctimas y se mostraran más implacables por ello. No obstante, el resultado de este clásico de la psicología social ha servido para explicar el origen de la crueldad humana en múltiples ocasiones.

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