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6 de marzo de 2014

La memoria a largo plazo y el recuerdo de una larga vida

La vida humana tiene una duración determinada por la genética y las condiciones ambientales en las que se desarrolla, en las cuales tiene mucho que decir los avances en medicina. Esa duración es objetiva, sesenta, ochenta, cien años. Sin embargo, el recuerdo de lo vivido no depende tanto del tiempo objetivo vivido, como de la riqueza de las experiencias.
Para comprender esta extraña cuestión es indispensable conocer el mecanismo de la memoria a largo plazo de nuestro cerebro. Nuestra memoria a largo plazo es la encargada de acumular las experiencias relevantes de nuestra vida. Como su naturaleza está relacionada con la supervivencia, este mecanismo está preparado para registrar los eventos con un contenido emocional intenso. Es por ello que solemos recordar con viveza los viajes, los conciertos, las reuniones, las competiciones, los éxitos. También aquellas experiencias negativas, como los accidentes, las enfermedades o los fracasos. Nuestra mente graba estos recuerdos para tener un archivo de referencia que le ayude a tomar decisiones difíciles en el futuro. 
Por consiguiente, la memoria a largo plazo desprecia todas las experiencias rutinarias, repetitivas o irrelevantes. Dónde aparcamos hace una semana, qué comimos hace unos días o qué ropa vestimos hace un mes. Todas esas acciones son cotidianas, todos los días repetimos una rutina idéntica a la de los días anteriores. Por lo cual, nuestra memoria considera irrelevante esa información y la empaqueta como un único evento. Recordamos que hemos aparcado en aquel lugar, pero no cuándo lo hicimos, porque lo hemos hecho cientos de veces. Ninguna de las veces que hemos realizado esa acción entraña un significado más importante para nosotros que los demás. 
Así pues, cuando tenemos una vida cargada de actividades rutinarias, sin experiencias intensas tendemos a pensar que ha sido corta, porque llevamos haciendo lo mismo durante muchos años. Todos esos años se solapan en la memoria y se nos presentan como un paquete único. Ese tipo de vida carece de referentes, de hitos que jalonen el paso del tiempo y nos sitúen temporalmente desde el presente.
Al contrario, una vida rica en experiencias intensas, como viajes, cambios de trabajo, aprendizajes nuevos, amistades nuevas, etc. llenará nuestra memoria de recuerdos vívidos, que nos harán percibir que hemos tenido una vida muy larga. La razón estriba en que los nuevos recuerdos intensos difuminan los anteriores, y al hacerlo, los alejan temporalmente. Los recuerdos intensos difuminados o superados por otros nuevos permanecen en nuestra memoria a largo plazo como señales que nos indican el paso del tiempo. Al tratarse de recuerdos diferentes a los nuevos, tienden a permanecer en la memoria, pero la acumulación de nuevos eventos los vuelve difusos y se alejan en el tiempo.
Por ello, todos tenemos la llave de la longevidad subjetiva, que no es otra que disfrutar de una vida intensa, con experiencias nuevas y únicas, que nos enriquezcan por dentro y nos hagan percibir que hemos vivido una gran cantidad de tiempo.

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