La realidad en que vivimos es cuantitativa en la mayor parte de los casos. No existen límites claros entre los eventos o fenómenos. En cambio, la razón humana está preparada para establecer esos límites de una forma lógica y comprensible. Por ejemplo, la división entre un día y otro es algo fluido, sin límites. Un día da paso a otro pero no existe una frontera nítida entre uno y otro. Por eso nos hemos dotado de instrumentos que asignan esa división, como los relojes o los calendarios, que hacen que 'para nuestra mente' exista esa división lógica. Lo mismo cabe decir de muchos otros fenómenos, como los sonidos humanos que sin un sistema fonológico serían incomprensibles. Lo que permite la comunicación no es la producción de sonidos, sino la asignación de un sentido a esos sonidos. Sucede lo mismo con los sonidos musicales, con la tipificación de acciones reprobadas o con las matemáticas.
La consecuencia de la asignación de sentido a fenómenos caóticos sin límites entre sí nos permite aprehender la naturaleza y hacerla comprensible para la mente humana. Sin el sistema conceptual la mente humana quedaría privada de la comprensión de la realidad. Simplemente captaría fenómenos difusos que solo podría ponderar de una forma vaga, y solo distinguiría los eventos más extremos. Por consiguiente, el sistema conceptual nos permite desarrollar la mente y captar de una forma extraordinaria la realidad que nos rodea.
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