La evolución del cerebro de las distintas especies animales tuvo su culmen con la aparición del homo sapiens y su extraordinaria capacidad cerebral. Lo que hace tan especial al cerebro humano es la capacidad de abstraer el futuro, de imaginarlo. Esa capacidad le permite adoptar decisiones en el presente para modificar el futuro. El cerebro reptil está limitado a las consignas biológicas transmitidas genéticamente y su capacidad de aprendizaje es virtualmente nula. Todas las decisiones de los reptiles son decisiones de origen innato. Por tanto, su universo temporal se limita al presente y sólo adoptan acciones basadas en estímulos presentes consultando su agenda genética. Por su lado, las especies dotadas del cerebro mamífero dan un salto cualitativo en la evolución al incorporar la capacidad de aprendizaje. Su cerebro es capaz de grabar en forma de emociones las experiencias más positivas y las más negativas en su memoria. Ese nuevo archivo de recuerdos se activa cada vez que el individuo se aproxima a una experiencia positiva o negativa similar a otras vividas, reproduciendo la emoción que tiene asociada a esa experiencia. Por tanto, el universo de decisiones de estas especies animales abarca el presente y también el pasado, pues sus decisiones obedecerán tanto a estímulos genéticos situados en el presente, como a emociones asociadas a la memoria, vinculadas al pasado. Finalmente, el cerebro del homo sapiens incorpora a su universo temporal el tiempo futuro pues es capaz de adoptar decisiones basadas en predicciones elaboradas de forma racional. El futuro, por ende, sólo existe en las especies dotadas de neocórtex. Y es este órgano el encargado de recrear escenarios posibles para brindar opciones a nuestra capacidad volitiva.
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