Acostumbramos a percibirnos como seres permanentes, estáticos. Nos miramos y no percibimos las diferencias de un día a otro, entonces creemos que seguimos igual, que nada ha cambiado. Al fin y al cabo, creemos, la vida es muy larga. El cuerpo lo contemplamos como una máquina duradera. Sin embargo, sería más acertado asimilarnos a la llama de una vela o al caudal de un río. Somos efímeros. Cada día nos desprendemos de células muertas sin que lo percibamos. Si pudiéramos comparar nuestro cuerpo con el que teníamos veinte o treinta años atrás nos daríamos cuenta de que las moléculas que formaban aquel han desaparecido todas y han sido reemplazadas progresivamente por otras. Somos la confluencia de varios ciclos energéticos. En nosotros entra energía, agua, nutrientes, aire, y todo ello vuelve a salir. Nada permanece. Somos un paquete de información que transforma la materia y la energía que nos circunda. Pasados unos años, ese paquete se disuelve y pasa a formar parte de otros paquetes de información que continuarán transformando el entorno.
Los hombres que detestan el machismo
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Cada día hay más hombres que se suman al rechazo hacia el machismo, tanto
por su empatía hacia quienes consideran sus iguales como por el desdén
hacia un ...
1 comentarios:
COMUNICACIÓN COMPACTA , OBJETIVA Y CLARA . GRACIAS .
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